Vigile el estrés de su hijo; la ansiedad y la angustia aparecen desde los primeros años de vida


Hace dos años Claudia Gómez, madre y sicóloga de terapia de familia, empezó a ver a su hija Cristina, en ese entonces de 9 años, llegar del colegio con los ojos rojos, de mal humor, impaciente, llorando y agotada. Tras analizarla, llegó a la conclusión de que Cristina sufría de estrés infantil.

Esta es una reacción normal del ser humano frente a los cambios. Pueden padecerlo desde neonatos hasta niños de 7 años. "El bebé en el útero tiene experiencias de estrés porque la madre le transmite cortisol, hormona que se produce cuando hay estrés, a través del cordón umbilical", explica María Carolina Sánchez, sicóloga y sicoterapeuta de niños.

Aunque es una reacción normal, conviene estar atento al tipo de estrés que se padece, pues en algunos casos altera el comportamiento, las emociones y la salud física. Puede generar un cambio en el tipo de conexiones neuronales del cerebro debido a la presencia excesiva de cortisol, lo cual afecta el hipocampo, sector del cerebro destinado al aprendizaje y la memoria.

De acuerdo con María Carolina, hay un estrés normal que acompaña la vida de cualquier niño y está relacionado con diferentes momentos del desarrollo."Por ejemplo, cuando aprende a caminar o entra al jardín", comenta Sánchez.

Existe otro tipo de estrés denominado agudo. Surge a raíz de una vivencia traumática, como la muerte de un familiar cercano. Si hay suficiente apoyo de familiares y amigos se supera con el tiempo.

Por su parte, el estrés de tipo crónico se reconoce como una ansiedad persistente frente a una situación que no cambia. "Si hay maltrato, negligencia o sobreexigencia escolar que no se supera, hablamos de un estrés crónico", comenta María Carolina.

A Cristina las responsabilidades académicas terminaron por generarle un problema de estrés. "El nivel de tareas era muy alto y ella siempre estaba angustiada hasta el punto de volverse obsesiva con la limpieza de sus manos y arrancarse los pellejos de las mismas", recuerda Claudia. En este caso, su madre la ayudó a manejar el estrés a través del diálogo.

Sin embargo, algunos pequeños sufren de estrés dado que nadie se percata de lo que ocurre y hay negligencia o maltrato. Este es el estrés más grave, pues el infante carece de los elementos emocionales para resolver un conflicto.

Esté atento a las señales de alerta

La principal razón por la cual los adultos tardan en reconocer que su hijo sufre de estrés es porque tienden a subvalorarlo, asumiendo que su comportamiento se debe a desobediencia. Algunos síntomas claros de estrés crónico son:

Cambios en el apetito: deja de comer o lo hace compulsivamente.
Dolores de cabeza, de estómago y desórdenes digestivos entre diarrea y constipación.

Puede haber cambios en el control de esfínteres. Es muy común en niños entre 2 y 7 años que se orinen o se hagan popó en los pantalones.

Trastornos en el sueño: el niño no se puede dormir, se despierta muchas veces en la noche o tiene pesadillas recurrentes.

Tartamudea con frecuencia: su expresión verbal empieza a mostrar signos de ansiedad.

Cambios de comportamiento: Antes jugaba feliz, ahora realiza juegos agresivos.

Nicofagia: se come las uñas.

Se rasca el pelo o se lo arranca y tiene todo tipo de tics nerviosos.
Se golpea contra las paredes.

Hace pataletas recurrentes que no tienen una causa clara para los padres.

Tiene un miedo cronológico y arraigado. Es normal sentir algo de miedo, pero que no se prolongue.

No es capaz de relajarse.

Apego excesivo.

DIANA BELLO ARISTIZÁBAL
REDACTORA ABC DEL BEBÉ

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