Superhéroe argentino
"Menganno" patrulla las calles del municipio bonaerense de Lanús vestido con su traje, máscara y escudo protector.
"La injusticia me pone mal", dice Menganno, un superhéroe argentino entre excéntrico y solidario, que esconde su identidad detrás de una máscara y patrulla calles de un barrio de la periferia sur de Buenos Aires a bordo de su moto, para desalentar el delito y ayudar a los necesitados.
"Soy un superhéroe real, de carne y hueso. Mi objeto es que todos seamos más buenos y solidarios. Para eso empujo yo", dijo Menganno a AFP, enfundado en su traje de justiciero en la esquina de una plaza de Lanús, rodeado de niños de una escuela cercana.
El hombre, cuya máscara azul de látex le cubre hasta la mitad de la cara y que esconde sus ojos tras gafas, se niega a revelar su identidad para mantenerse en el anonimato -de ahí su nombre-, aunque saben de su vocación su esposa y sus dos hijos de 18 y 11 años y algunos amigos, confiesa.
Dispuesto a ayudar a los más necesitados, juntó dos salarios ganados como chófer de un coche patrulla de policía para comprar decenas de pares de zapatos para jardines de infancia de la zona. Pero luego abandonó este empleo. "No soporto que me manden", justificó.
Los suburbios y la capital argentina sufren desde hace 20 años una inseguridad crónica, con asaltos violentos, aunque la tasa de homicidios es de 5,8 cada 100.000 habitantes, entre las más bajas del continente, después de Chile, Canadá y Estados Unidos, según la estatal Dirección de Política Criminal.
Menganno lleva en su cinturón una linterna grande que pueda servirle como defensa, una brújula, un agresivo químico como gas pimienta en spray. Protege sus brazos con plástico duro, mientras en la espalda luce un escudo redondo pintado de azul y blanco.
En un bolsillo trasero, lleva papeles adhesivos para "dejarle consejos a la gente", que firma mediante un sello con su nombre de superhéroe.
Amedrenta a delincuentes o separa a dos que se pelean, durante dos horas en el atardecer, porque el resto del tiempo atiende su negocio "vinculado con la seguridad", pero no da más datos.
El Capitán América argentino es una reacción a la inseguridad, fenómeno que todas las encuestas ubican entre los temas de mayor preocupación, junto con la inflación y el empleo.
El sueño de este empresario de 41 años al que le gustaban El Zorro y Batman -pero que no es fanático del cómic- es abrir una "escuela de superhéroes", donde enseñará primeros auxilios y herramientas para pedir ayuda.
"¿No les gustaría ir a la escuela de superhéroes?", le ofrece a un grupo de estudiantes de los que el único que expresa cierto interés es Miguel, de 14 años, a quien le parece divertida la propuesta pese a que no admira a ningún superhéroe y sólo es fan de 'Los Simpsons'.
Y para los futuros alumnos, Menganno planeó un juramento a la hora de "recibirse": "Prometo ayudar a todos y a todas con el poder de la imaginación y el corazón. Desde ahora que soy chiquito y hasta el infinito".
Además de la máscara y la moto con sirena, el superhéroe de atuendo policíaco se viste con botas y pantalones negros.
Por más exótico que parezca, su existencia no sorprende en un país donde decenas de miles de ciudadanos se han movilizado bajo la consigna "¡Basta de inseguridad!".
"¡Vamos Menganno!", le gritan desde un camión que atraviesa la avenida Eva Perón, mientras lo saludan con las bocinas los coches y autocares escolares que pasan.
Gastón, un joven trabajador, baja de un vehículo laboral para sacarse una foto con el nuevo ídolo de Lanús, aunque admite que lo conoce más por la publicidad mediática que por haberlo visto actuar.
"Ojalá hubiera más hombres como él. Ayuda a la gente. No es un mal tipo. En Europa no hay tipos así", dijo a AFP Hugo Leite, que lleva a su nieta para besar al superhéroe, a quien asegura haber visto "tres veces" patrullando el barrio en el que vive desde hace 64 años.
"La injusticia me pone mal", dice Menganno, un superhéroe argentino entre excéntrico y solidario, que esconde su identidad detrás de una máscara y patrulla calles de un barrio de la periferia sur de Buenos Aires a bordo de su moto, para desalentar el delito y ayudar a los necesitados.
"Soy un superhéroe real, de carne y hueso. Mi objeto es que todos seamos más buenos y solidarios. Para eso empujo yo", dijo Menganno a AFP, enfundado en su traje de justiciero en la esquina de una plaza de Lanús, rodeado de niños de una escuela cercana.
El hombre, cuya máscara azul de látex le cubre hasta la mitad de la cara y que esconde sus ojos tras gafas, se niega a revelar su identidad para mantenerse en el anonimato -de ahí su nombre-, aunque saben de su vocación su esposa y sus dos hijos de 18 y 11 años y algunos amigos, confiesa.
Dispuesto a ayudar a los más necesitados, juntó dos salarios ganados como chófer de un coche patrulla de policía para comprar decenas de pares de zapatos para jardines de infancia de la zona. Pero luego abandonó este empleo. "No soporto que me manden", justificó.
Los suburbios y la capital argentina sufren desde hace 20 años una inseguridad crónica, con asaltos violentos, aunque la tasa de homicidios es de 5,8 cada 100.000 habitantes, entre las más bajas del continente, después de Chile, Canadá y Estados Unidos, según la estatal Dirección de Política Criminal.
Menganno lleva en su cinturón una linterna grande que pueda servirle como defensa, una brújula, un agresivo químico como gas pimienta en spray. Protege sus brazos con plástico duro, mientras en la espalda luce un escudo redondo pintado de azul y blanco.
En un bolsillo trasero, lleva papeles adhesivos para "dejarle consejos a la gente", que firma mediante un sello con su nombre de superhéroe.
Amedrenta a delincuentes o separa a dos que se pelean, durante dos horas en el atardecer, porque el resto del tiempo atiende su negocio "vinculado con la seguridad", pero no da más datos.
El Capitán América argentino es una reacción a la inseguridad, fenómeno que todas las encuestas ubican entre los temas de mayor preocupación, junto con la inflación y el empleo.
El sueño de este empresario de 41 años al que le gustaban El Zorro y Batman -pero que no es fanático del cómic- es abrir una "escuela de superhéroes", donde enseñará primeros auxilios y herramientas para pedir ayuda.
"¿No les gustaría ir a la escuela de superhéroes?", le ofrece a un grupo de estudiantes de los que el único que expresa cierto interés es Miguel, de 14 años, a quien le parece divertida la propuesta pese a que no admira a ningún superhéroe y sólo es fan de 'Los Simpsons'.
Y para los futuros alumnos, Menganno planeó un juramento a la hora de "recibirse": "Prometo ayudar a todos y a todas con el poder de la imaginación y el corazón. Desde ahora que soy chiquito y hasta el infinito".
Además de la máscara y la moto con sirena, el superhéroe de atuendo policíaco se viste con botas y pantalones negros.
Por más exótico que parezca, su existencia no sorprende en un país donde decenas de miles de ciudadanos se han movilizado bajo la consigna "¡Basta de inseguridad!".
"¡Vamos Menganno!", le gritan desde un camión que atraviesa la avenida Eva Perón, mientras lo saludan con las bocinas los coches y autocares escolares que pasan.
Gastón, un joven trabajador, baja de un vehículo laboral para sacarse una foto con el nuevo ídolo de Lanús, aunque admite que lo conoce más por la publicidad mediática que por haberlo visto actuar.
"Ojalá hubiera más hombres como él. Ayuda a la gente. No es un mal tipo. En Europa no hay tipos así", dijo a AFP Hugo Leite, que lleva a su nieta para besar al superhéroe, a quien asegura haber visto "tres veces" patrullando el barrio en el que vive desde hace 64 años.
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