"Mi abuelo amaba el Orinoco"

El nieto de Jacques Cousteau rememora los relatos de aventuras del célebre investigador, quien le enseñara a convertirse en un fiel amante de la naturaleza. Así lo demuestra en Going Green, un programa de corte ecológico que conduce para CNN Internacional, cuyo segundo episodio se estrena en julio

Philippe es un joven educador ambiental francés, amante del jazz, el rock and roll, la guitarra acústica, el samba de Ipanema y las aves y mariposas latinoamericanas. Desde hace 31 años lleva con orgullo el apellido Cousteau, famoso en el planeta gracias a su abuelo paterno, el recordado Jacques-Yves Cousteau, insigne explorador, investigador y oficial naval francés, apasionado de las profundidades marinas, creador del sistema de buceo conocido como Aqua-lung. Éste transmitiría su pasión por la naturaleza a su hijo Philippe Cousteau Senior, quien lo acompañaría en varias travesías documentales en las que se recoge el legado de ambos. Fue ese legado el que inspiró a Philippe Cousteau Junior a seguir los pasos de su progenitor y, esencialmente, de su abuelo, quien se convertiría para él en una suerte de padre sustituto.

Actualmente, Philippe, además de pertenecer a las organizaciones ambientalistas sin fines de lucro Earth Echo International y Azure Worldwide, conduce, para el canal por suscripción CNN Internacional, el seriado Going Green (Volviéndose Verde, aludiendo a la conciencia ambiental). En el mismo, como buen "hijo de gato", se encarga de explicar a la audiencia la relación directa entre la preservación de la naturaleza y la vida cotidiana de los seres humanos.

El proyecto consta de cuatro episodios al año. El primero de ellos fue Luz Verde para los negocios, emitido en abril. El segundo se llama Pioneros de la vida verde, actualmente en pleno proceso de producción para ser transmitido el próximo mes de julio. El tercero lleva por título El verde mundial y saldrá al aire en octubre. Cierra el ciclo Nuestro futuro verde, a estrenarse en noviembre. Cousteau contó a Estampas, vía telefónica, que la preparación de cada uno de estos especiales televisivos contempla -además del traslado de un equipo técnico a determinado destino para enfocarse en un tema de corte ecológico- la participación de periodistas e investigadores del área que aportan contenidos que él, posteriormente, se encarga de jerarquizar. Acá, rememora las enseñanzas de su abuelo y explica por qué ser "verde" no debe convertirse en una simple tendencia.

Padre naturaleza
Ser ambientalista está de moda, ¿qué opinas al respecto?
"Algunos lo toman como una moda. Yo sigo mis propios valores en torno al tema. Afortunadamente, tuve el privilegio de crecer en una familia que me enseñó que la preservación del medio ambiente equivale directamente a la preservación de la especie humana. Aunque mi papá, Philippe Cousteau Senior, murió al poco tiempo de mi nacimiento, me dejó su legado en los documentales que hizo, en los sesenta y los setenta, junto a mi abuelo Jacques Cousteau".

Que, entonces, pasó a ser como un padre para ti...
"Tengo un montón de memorias a su lado. Tenía una increíble manera de mirar el mundo. Cuando yo tenía 10 años de edad, él me hablaba de la importancia del medio ambiente de una manera muy sencilla. Una noche, cenando juntos en Nueva York, se quitó su reloj, lo colocó en la mesa, y me preguntó: '¿cuánto crees que me costó?'. Y pasaba posteriormente a explicarme que el precio de todos los productos que poseemos jamás se acerca al verdadero costo que la fabricación de los mismos implica para la naturaleza, en términos de la contaminación causada. Gracias a sus enseñanzas, aprendí que para vivir sólo necesitamos tres cosas: comida, agua y refugio".

¿Era el clásico abuelo que impresiona con sus relatos de juventud?
"Y yo era el típico niño que mientras él narraba sus aventuras le 'pelaba' los ojos de la impresión y decía: '¡Guao!'. Todo el tiempo era como si estuviera contándome una película. Recuerdo, por ejemplo, con mucho amor, una historia que me contó sobre una expedición que hizo al Amazonas. Estaba en lo profundo de la selva, filmando un documental para la Sociedad Cousteau, cuando de entre los árboles aparecieron ante sus ojos los miembros de una tribu indígena. Como se sabe, antes más que ahora, muchos tenían el prejuicio de que esas comunidades eran agresivas con los forasteros. Y resulta que, al verlo, uno de los indígenas le gritó emocionado: '¡Cousteau!'. ¿Cómo supo ese señor que se trataba de mi abuelo? Nunca lo sabremos, pero es una experiencia que nos demuestra como, desde siempre, la naturaleza nos mantiene comunicados en el planeta".

¿Llegó a hablarte de sus visitas a Venezuela?
"Por supuesto, Venezuela era, quizás, su destino favorito en Latinoamérica. De allá me trajo miles de historias. Se enamoró del Orinoco, no dejaba de describir la belleza de ese río; de hecho, se vino con la preocupación de que el mismo fuera contaminado, por considerarlo una verdadera joya de la naturaleza".

¿Qué joyas de la naturaleza latinoamericana conoces tú?
"Los parajes en México, Costa Rica y Brasil son espectaculares. En La Patagonia, tuve la oportunidad de visitar El Calafate y meter mis manos en el Lago Argentino, que contiene el agua más limpia que jamás haya visto. Próximamente, planeo ir a las Islas Galápagos, de Ecuador. A Venezuela nunca he ido, pero dadas las descripciones de mi abuelo sobre el Orinoco no sería descabellado plantearnos un episodio de Going Green allá".

Ojos verdes
Existiendo tantos espacios ambientalistas, ¿cuál es la trascendencia de un programa como Going Green?

"Justamente se ha transformado en una gran oportunidad para romper con el que paradigma de que ser ambientalista se resume a cuidar árboles en el bosque. Hacemos todos los esfuerzos posibles por explicar a la audiencia cómo la preservación o no del medio ambiente afecta la salud, la economía y la seguridad de la humanidad".

¿Cómo afecta todos estos aspectos?
"Imagínate que sólo nos concentremos en la contaminación del aire, proveniente de los carros. Afecta la salud porque se convierte en la causante de enfermedades pulmonares y respiratorias como el asma; esto, lamentablemente, se transforma, por ende, en cuantiosas inversiones en materia de salud para el tratamiento de estas afecciones y, también, en materia industrial para descontaminar elementos naturales como el agua, sin mencionar que, en el peor de los casos, cobra muchas vidas".

¿Cuál es tu punto de vista sobre la tragedia ambiental de Japón?
"Se ha transformado en una lección para que entendamos el verdadero costo de la energía nuclear, que estará con nosotros durante mucho tiempo. Esto si se toma en cuenta que la contaminación generada en un país afecta directamente al resto de los países, porque todos estamos conectados por la naturaleza. En todo caso, es una tragedia que nos permite apostar por un futuro lleno de energía limpia, natural. Pero no es algo que vaya a ocurrir mañana ni pasado mañana. Nos queda seguir creando conciencia a partir de hechos como ese".

En ese contexto, ¿cuáles son las prioridades ambientales que hay que atender con urgencia?
"Creo que la escasez de agua es la mayor crisis ambiental de este siglo. Actualmente, un billón de personas de este planeta sobrevive sin suficiente líquido vital. Es alarmante que haya países que vayan a la guerra por un justo abastecimiento de este recurso. Es un asunto que debe ser prioritario para las Naciones Unidas. Más si se estima que, dentro de 40 años, la población mundial ascenderá a nueve millardos de habitantes".

No suena nada esperanzador...
Aún así, más allá de informar sobre estos desastres naturales, nos toca dejarnos guiar por el espíritu aventurero y, sobre todo, esperanzador que tenía mi abuelo. Al menos eso es lo que trato de hacer en el programa, decir la verdad con el compromiso de proponer soluciones".

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