El cura exorcista

A los ocho años de edad, Andrés Tirado hacía parte de una pandilla callejera antes de convertirse en un exorcista. La evidencia está en su piel, en especial, en su mano y brazo izquierdo. Tiene un sinnúmero de tatuajes de formas indefinidas. Cada uno simboliza una marca y el paso por las seis pandillas que integró hasta los trece años. Le decían por su apellido: Tirado. Cuando intento subirle la manga del saco de paño para ver un poco más, me da una palmada en la mano y con una sonrisa me dice que no. Al final admite que tiene más tatuajes en una de sus piernas, pero no me da la cifra exacta. En su mano derecha no tiene marcas. En cambio, tiene un reloj grande y una argolla de oro con un Cristo crucificado y el espacio para cuatro esmeraldas. Él era ladrón en los barrios de Venecia, Galerías y en la Calle 22 con Avenida Caracas. Su familia era disfuncional: su mamá no cuidaba el hogar y a su papá le perdieron el rastro, aunque se reencontró con él en Argentina hace tres años.

Antes de entregarle su vida a Dios empuñó varias armas y estuvo presente en algunos enfrentamientos. Nunca lo lastimaron. Para esta época, el padre Andrés no era muy creyente y tampoco le interesaba ir a la iglesia. Sin embargo, el mismo mal lo llevó al camino de Dios. Dice que vio a Dios como una nueva oportunidad de vida. Ahora se ha convertido en una autoridad en exorcismo. Ha escrito seis libros y grabó El portal, una serie de especiales para en canal Discovery Channel, que saldrán al aire el próximo mes de junio. Atiende es sus dos oficinas, una en el barrio Olarte, al sur de Bogotá, y en la calle 97. Entre 30 y 50 personas van al día en busca de ayuda para librarse de una enfermedad, una brujería o un demonio. El pago mínimo por cada consulta es de 10 mil pesos.

El padre Andres Tirado perteneció a seis pandillas y luego se convirtió en sacerdote. A los 21 años hizo su primera sanación.

Las limpiezas sociales, la situación de sus amigos en la cárcel y la indigencia, lo llevaron a reflexionar. Cambió sus días de delincuencia por caminatas y días de camping. Fue así como aceptó la invitación para vincularse a los scouts. Allí su vida comenzó a cambiar, se integró al grupo juvenil de la parroquia Iglesia Madre del Salvador, en el barrio Galerías de Bogotá. Al poco tiempo, tomó la decisión de entregarle su vida a Dios y entró a la Comunidad Religiosa Salvatoriana. También pasó por diferentes comunidades religiosas como los Jesuitas y el Seminario Mayor de San José.

A los 21 años, sin haberse ordenado como sacerdote, tuvo la primera muestra de su capacidad extrasensorial. Una mujer que sobrepasaba los 35 años de edad, quien frecuentaba la catequesis del grupo juvenil, en la que él trabajaba, le pidió que orara por ella. Se encontraba con algunas dificultades familiares, económicas y tenía una enfermedad. Además, le pidió que le hiciera una imposición de manos. El padre Andrés se resistió a la idea, porque no creía en ese método. Sin embargo, accedió a la idea de la mujer. Le puso su mano derecha en la frente y comenzó a orar. Recuerda que la primera sensación fue como si estuviera cerca del fuego. Sin darse cuenta había hecho su primera sanación.

Los tatuajes hacen parte de las marcas que le dejaron su paso por las pandillas.
Dos días después, la señora volvió emocionada a la iglesia. Tenía en sus manos un montón de papeles, donde aseguraba que se había curado de unos miomas en la matriz por los que tendrían que haberla operado. Lo primero que Tirado sintió fue curiosidad. Por eso se dedicó a estudiar casos similares y acudió a las altas esferas de la iglesia a comentar su experiencia. No pasó mucho tiempo y los vecinos ya estaban enterados del milagro. Esto lo obligó a hacer lo mismo, pero de manera clandestina, porque aún no era sacerdote. Usaba sus días libres o su hora de almuerzo para atender entre dos y cuatro personas al día.

El padre Andrés Tirado se ordenó en 2000 en la Iglesia Primitiva Católica Ortodoxa Sirio Bizantina de Orden Bonaria, que tiene su sede principal en España. En la actualidad es Vicario. Según él, en su comunidad el celibato es opcional, por eso es casado y tiene una hija de seis años. Su familia ha aprendido a vivir con los espíritus y con su trabajo. Tirado también se formó en teología y filosofía.

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