¿Cómo definir un buen jefe en las buenas y las malas?



Claves para que las relaciones con los empleados se manejen con cordialidad, respeto y admiración.

En una ocasión me encontré con un exalumno a quien hacía mucho tiempo no veía. El encuentro dio lugar a que conversáramos sobre sus años de estudiante de posgrado y sobre sus experiencias de trabajo luego de egresado. 
Me comentó que no estaba contento en la empresa donde trabajaba. Su queja apuntaba a que no tenía un buen jefe: “no valora el trabajo que uno hace. Es un controlador de asuntos menores.
Tampoco recompensa económicamente; se fija más en el cumplimiento del horario que en el desempeño eficiente en las tareas asignadas. Se hace difícil confiar en él, cuando le conviene brinda excusas poco convincentes. Está poco en su oficina y es difícil encontrarlo para que tome decisiones en asuntos que no delega. Pone obstáculos a ideas que uno estima creativas y hace sentir que se es fácilmente reemplazable.
A veces da la impresión de que no está familiarizado con la terminología del management.
Es muy desconfiado y su estilo de liderazgo hace sentir miedo; en ocasiones con amenazas de despido”.  Estos comentarios me trajeron a la memoria otros similares provenientes de amigos u otros exalumnos, así como algunas experiencias personales que en su momento me indujeron a cambiar de trabajo. 
También me llevaron a contrastarlos con el recuerdo de exjefes que habían sido el caso opuesto: poseían lo que entendía que eran las características de un buen supervisor.  Eran muy claros en su asignación de tareas.
No evaluaban los detalles de lo que uno hacía, sino los resultados y la fecha en que los presentaba. Siempre estaban de buen humor y trataban con respeto a sus subalternos. Me ayudaron, en distintas etapas, a poner en práctica un proyecto personal. 
La ‘evaluación’ que implican estas líneas al compararlas con la del primer párrafo pone en evidencia que no es mucho lo que señalo sobre las características de un buen jefe. 
Parecería confirmar que es más fácil describir las características de un mal jefe que las de uno bueno (una encuesta halló que un 92 por ciento de los gerentes entrevistados pensaba que eran buenos o excelentes jefes; pero sólo un 67 por ciento de los empleados los evaluaban como buenos). Ante esta conclusión busqué en la literatura especializada opiniones sobre las características de un buen jefe. Algunas de las que encontré decían lo siguiente:
- Todos los jefes deben encontrar un estilo de supervisión adecuado a sus características personales, basado en ciertas actitudes y habilidades: saber construir la confianza mutua entre supervisor y empleado; saber comunicar, lo cual incluye saber escuchar; conocer los intereses de los subalternos; saber seleccionar al personal adecuado.
- Un buen jefe evita contribuir a que un subalterno se sienta humillado delante de otros; no toma decisiones instantáneas o apresuradas; no impone fechas tope difíciles de cumplir; no interfiere, o raramente lo hace, con el tiempo libre de sus empleados; recuerda que lo que éstos perciben se transforma en su realidad.
- Un buen jefe debe ser técnicamente competente; tener las habilidades para llevar a cabo sus propias tareas mientras dirige y evalúa a sus subalternos. Debe caracterizarse por su integridad, hacer lo que dice, cumplir con las políticas y reflejar los valores de la organización.
Debe ser emocionalmente inteligente, lo cual es con frecuencia la clave para las buenas relaciones con sus subalternos. Debe poseer curiosidad intelectual, ser un buen mentor y no evadir la responsabilidad por las consecuencias de sus decisiones.
Surge aquí la pregunta con la cual más de un lector puede haber tropezado: ¿qué es mejor: trabajar bajo un mal jefe en una buena empresa o bajo un buen jefe en una empresa mediocre? La respuesta no es inmediata. Variará según se trate de una empresa familiar, una con  management  profesional o una estatal.  Quizás sea más importante, dada la coyuntura, esta pregunta: ¿cómo debe ser un buen jefe durante una crisis económica? La respuesta se puede resumir en los cuatro puntos que acompañan este artículo.   
Predictibilidad: brindar la mayor cantidad de información que esté en sus manos acerca de lo que puede pasar y cuándo puede ocurrir.   
Identificación: ponerse en el lugar de los subalternos y expresar empatía y, cuando corresponda, tristeza por alguna decisión penosa que deba tomarse.  
Comprensión: explicar, posiblemente más de una vez, por qué se necesita tomar determinadas decisiones. 
Control: saber enfrentar aspectos importantes de la crisis, dividiéndolos en diferentes situaciones en las cuales, si bien los empleados no ejercen mayor influencia sobre lo que está pasando, por lo menos influyen con respecto a la manera en que tienen lugar.   
Un artículo señala que en el caso de una crisis económica y financiera como la que se vive por estos días, un buen jefe debe satisfacer las siguientes necesidades de sus subalternos (Robert I. Sutton, ‘How to Be a Good Boss in a Bad Economy’.

Comentarios

  1. Muy buen aporte. El liderazgo es un proceso que implica no solo la capacidad de tomar decisiones, sino la habilidad de desarrollar una cierta estabilidad emocional. Será fundamental adquirir la confianza pero al mismo tiempo el respeto de los dirigidos para que estos desarrollen tareas encomendadas de manera responsable y eficaz

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