Desempleados son ‘ascendidos’ a ‘independientes’ en Colombia

El columnista de Portafolio, Gustavo Álvarez G., denuncia que el Estado utiliza eufemismos para ocultar verdades sobre el desempleo.

Dice Álvarez que en el país, según el Dane, “hay ocupados, desocupados, inactivos y subempleados subjetivos y objetivos” y agrega que “ante las entidades del Sistema General de Seguridad Social, en las que se cotizan la salud y las pensiones, se han venido traslapando en el eufemismo de ‘independientes’”.

El autor comenta que las cosas en materia de definición de empleo o desempleo deberían ser más simples, claras y directas: “Una persona tiene o no tiene trabajo. Tiene o no tiene ingresos”, concluye el periodista.

Gustavo Álvarez también se refiere a los ‘trabajadores por cuenta propia’ y advierte que el desempleado tiene que hacerse pasar por ‘independiente’ si quiere acceder al sistema de salud.

De todas las colosales tareas que se ha impuesto el Gobierno, la generación de empleo tiene un papel crucial.

Porque el desempleo y su disfraz cruel, la informalidad, constituyen un trauma personal de inconmensurables efectos económicos, familiares y sociales.

Por eso es una buena noticia cuando el Dane informa que en marzo, el número de desocupados disminuyó en 19.000 personas.

Quedan 2’370.000 marginadas de la bonanza de una economía locomotriz, celebrada nacional e internacionalmente.

A los lunares destacados del mercado laboral colombiano –como la insuficiencia de los ingresos y la altísima tasa de informalidad– hay que agregar la incierta nominación en que se clasifica. Hay ocupados, desocupados, inactivos y subempleados subjetivos y objetivos.

Los desempleados, ante las entidades del Sistema General de Seguridad Social, en las que se cotizan la salud y las pensiones, se han venido traslapando en el eufemismo de ‘independientes’. Echándole un cuento chino al Estado y confundiendo pérgolas con gárgolas.

Una persona tiene o no tiene trabajo.

Tiene o no tiene ingresos. Si el cónyuge trabaja y recibe una remuneración, puede acogerse como persona beneficiaria, una situación que ampara cada vez más a los hombres bajo el paraguas protector de sus esposas o compañeras.

El concepto de ‘independencia’ es, en determinados estratos económicos, el máster del rebusque, un artilugio de dignidad que emboza ante las amistades el drama de encontrarse sin un peso en el bolsillo.

Existen también los denominados ‘trabajadores por cuenta propia’.

¿Qué encierra eso? ¿Puede asimilarse a la ‘independencia’? Lo cierto es que el desempleado, por no sé qué clase de embeleco, se hace sinónimo de ‘independiente’ a la hora de acceder al sistema de salud.

Y al de pensiones, porque el uno implica y conlleva al otro, obligando al desempleado a una verdadera marginación cuando no tiene con qué pagar ninguno de los dos, que representarían un 28,5% de un ingreso inexistente.

Es posible que los realmente ‘independientes’, que reciben ingresos por servicios y pasan cuentas de cobro, puedan cotizar alguito para salud y pensión. Pero los desempleados a los que chupa la definición de independientes, se quedan viendo un chispero. Y en los largos tiempos que pueden pasar sin trabajo y sin ingresos, no pueden destinar un 28,5% de la nada para acceder a la salud y mucho menos para configurar una pensión que los proteja contra una vejez de miseria.

Si asume diligenciar la rígida planilla, el desempleado súbitamente ascendido a independiente debe poner a alguien como referencia, un ‘tercero’ que lo auspicie, y a quien el sistema asume como ‘empleador’.

Pero ni el desempleado es independiente ni la referencia es un empleador. Mentira va, mentira viene, independiente de cualquier otra cosa.

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