China pone fin a la política del "hijo único" y permite dos hijos por pareja

La reforma pone fin a más de 30 años de controvertidas políticas del "hijo único"

El Partido Comunista de China (PCCh) ha anunciado tras su plenario anual de cuatro días que "todas las parejas" del país podrán tener hasta dos hijos, una reforma que pone fin a más de 30 años de controvertidas políticas del "hijo único".

La reforma, anunciada en el mismo día en el que el régimen comunista aprueba su XIII Plan Quinquenal para el lustro 2016-2020, supone un paso más en la relajación de las estrictas políticas demográficas, que comenzó en 2013 cuando se amplió el número de excepciones en las que un matrimonio podía tener un segundo vástago.

La Asamblea Nacional Popular aprobó hace dos años que las parejas urbanas en las que uno de los cónyuges sea hijo único podían tener un segundo vástago (antes esto sólo se permitía si ni la madre ni el padre tenían hermanos).
Dos recién nacidos chinos en un hospital de la localidad de Huaibei en la provincia china de Anhui

Del superávit al envejecimiento en la población

La política del hijo único se puso en marcha en 1979 para reducir los problemas de superpoblación del gigante asiático y según los expertos ha servido para evitar que la población actual del país fuera actualmente de 1.700 millones de habitantes (ahora supera los 1.300 millones).

Los observadores ya esperaban que en el plenario del PCCh de esta semana, celebrado a puerta cerrada con los máximos líderes del régimen comunista, cambiase esta política, aunque se ignoraba hasta qué punto iba a llegar el cambio.

El Gobierno chino siempre defendió que el restringir a un solo hijo la descendencia de muchas parejas, sobre todo en zonas urbanas, contribuyó al desarrollo del país y a la salida de la pobreza de más de 400 millones en las últimas tres décadas, pero Pekín también admitía que se aproximaba el momento de ponerle fin.

Entre los efectos secundarios más perjudiciales de la política del hijo único para China destaca el rápido envejecimiento de su población, que ha provocado que su pirámide demográfica sea similar al de los países más desarrollados.

Tradición profunda y un gran sentido práctico de la vida

La regulación legal de aspectos relativos a la estructura familiar y su inserción en las instituciones civiles y administrativas ha influido notablemente en el desarrollo de la sociedad china.

Normativas como la relacionada con el censo o "hukou", una ley que impide acceder a servicios públicos como la educación o la sanidad si no se vive en la localidad donde se está empadronado, han dejado sin padres a millones de niños cuyos progenitores debían migrar a otras ciudades para trabajar. Migrantes que debían vivir sin el acceso a estos servicios, y sus niños sin escolarizar si finalmente viajaban con ellos.

La obligación de mantener las cifras de natalidad llevó con frecuencia situaciones criticadas por la opinión pública, sobre todo por el impacto en las redes sociales, muy en auge en China. Un ejemplo es la práctica de abortos forzados a instancias de organismos públicos. Fotografías difundidas en internet, como un caso en el que se mostró a una madre junto a su feto muerto en un evanzado estado de gestación, agitaron las conciencias y llevaron al pronunciamiento del ejecutivo hacia las reformas.

Siglos de cultura confuciana han cimentado en China una percepción conservadora de los valores tradicionales, fundamentalmente la familia, la jerarquía asociada a la edad, y el valor intrínseco de una prole de hijos, y de hijos varones. Principios que quedaron en la sombra legal pero muy vivos en la vida real.

Finalmente, en noviembre de 2013, el Partido Comunista Chino relajó la tenaza: A partir de ese momento las parejas podrían tener dos descendientes siempre y cuando alguno de los padres fuera hijo único.

La política del hijo único no solo llevó a la eliminación y abandono de muchas niñas para insistir hasta el ansiado hijo varón. También influyó en el llamado fenómeno de los "niños emperadores", pequeños hijos únicos convertidos en el mayor tesoro de sus padres y objeto de una permisiva educación con todos los caprichos; algo que choca con la austeridad y disciplina educativa que promueve el sistema confuciano.

También acentuó el abismo entre las clases pobres y las pudientes, que, o bien emigrando fuera del país o bien pagando la correspondiente multa, podían aspirar a la preciada familia numerosa. Es el caso del famoso cineasta Yang Zhimou, que admitió haber violado la ley del hijo único.

Pero en China, el peso de las tradiciones va unido a un enorme sentido práctico. Con una población en torno a mil cuatrocientos millones de habitantes, la segunda economía mundial refuerza sus pilares. La temida desaceleración, cuyos parámetros financieros cuentan con la intervención estatal, convive con la pujanza de una población que, tres décadas después de las consignas en forma de consejos de Deng Xiaoping, apuesta por una vida mejor, y ha expresado su deseo de una familia más numerosa.

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