¿Se reconstruirá a Mocoa como sucedió con el Eje Cafetero?

Se necesitan más de dos años para volver a dejar en pie a la capital de Putumayo. El ministro-gerente Luis Carlos Villegas asegura que se trabajará para convertirla en una ciudad moderna, “no como estaba antes de la tragedia, sino mejor”. Análisis del modelo Forec.

Armenia

El 25 de enero de 1999, un sismo de 6,4 en la escala de Richter sacudió al Eje Cafetero. “Si hay un infierno, Armenia lo vivió ayer”, se leía en los titulares de El Espectador. “Dolor y muerte en la tierra del café”. “A la 1:19 de la tarde la ciudad cayó a pedazos”. Veinte municipios fueron declarados zona de desastre, se contaron más de 1.000 muertos, 4 mil heridos, 150.000 afectados directos, 250.000 indirectos, 23.000 edificaciones impactadas y 70 % de la población sin agua potable. El panorama era desolador. “Tenemos hambre”. “Emergencia económica”. “No nos olviden”.

Entonces el país llamó a la solidaridad. La tristeza gobernaba. El miedo vivía entre los pobladores del Eje Cafetero, incluso llegaba hasta el Tolima y el Valle, donde se contaron angustias por cuenta de las réplicas. Poco a poco, en medio del dolor y las listas interminables de colombianos sin vida, de aquellos que guardaban sus esperanzas en los galenos de turno y de los que buscaban, en medio de la zozobra y los escombros, un hilo de esperanza, la alcancía para la reconstrucción fue tomando cuerpo.

Préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), del Banco Mundial (BM), dineros de Estados Unidos, Italia, la Unión Europea, Canadá, Japón, Alemania, España; ayudas de los colombianos por $2.371 millones recaudadas en la cuenta de la Presidencia de la República, alivios que superaban el billón de pesos producto del uno por mil a las transacciones financieras, más de $12.000 millones para préstamos blandos de Bancoldex, $20.000 millones del presupuesto nacional, nuevas líneas de crédito de Bancafé, BCH, Caja Agraria y una buena masa de donaciones de empresas privadas. El dolor sensibilizó el bolsillo. No de cientos, de millones.

Apareció Luis Carlos Villegas, el entonces presidente de la Andi, el hombre de los industriales y empresarios de Colombia, para liderar el reto de la reconstrucción. Andrés Pastrana, presidente de los colombianos, mientras sobrevolaba la tragedia apeló a él y lo nombró presidente del Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero (Forec). Hombre de números, de negocios. El 3 de febrero de 1999, justo cuando el presidente de Bolivia y Felipe de Borbón, de España, recorrían la zona, apeló a decir: “La reconstrucción está financiada... tenemos el horizonte despejado por 48 meses”.

Mocoa

11:00 de la noche. El viernes 31 de marzo del 2017 el cielo parecía roto. La lluvia era intensa. Cuentan, los que pueden, que entrada la madrugada la tierra empezó a zumbar. Las sirenas sonaban y a las 2:00 de la mañana se soltó la avalancha. El miedo vestido de lodo mezclado con árboles, piedras del tamaño de las casas, carros, ramas, gritos, tragedia. 36 barrios arrasados, más de 300 muertos, agua potable inexistente, poca energía, señal intermitente de telefonía celular y una petición de militarización para que los delincuentes no se hicieran a lo poco que quedó en la capital del Putumayo. Era, como otras tantas, una tragedia anunciada, advirtieron rescatistas, ambientalistas y pobladores de la zona.

En los albergues, citaron los cronistas que llevan una semana cubriendo el desastre, cinco días más tarde, hay 1.200 niños y 95 mujeres embarazadas, se han entregado 230 cuerpos a los familiares y los desaparecidos superan los 300, incluidos un inglés, un ecuatoriano, un español y un alemán. 330 heridos. 23 turistas internacionales sanos y salvos. De 70.000 personas que habitaban Mocoa, 45.000 fueron tocadas por la avalancha, a pesar de que se calcula que los directamente damnificados fueron 3.240. El país se ha volcado con ayuda. Muchos tratando de lavar su conciencia porque cuando tuvieron los medios para hacer algo, prefirieron mirar hacia otro lado.

Entonces la alcancía empezó a engordar. La Agencia Española de Cooperación tramitará una subvención por valor de 500.000 euros ($1.517 millones) al Fondo de Socorro ante Desastres. 59.000 colombianos a través de Claro han donado $405 millones. “Alemania asegura apoyo humanitario para Colombia a través del Comité Internacional de la Cruz Roja por $6.200 millones”. Fiduprevisora informó que, como administradora de los recursos del Fondo Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, se han recibido en donaciones de los colombianos un total de $3.225 millones al 5 de abril, para la reconstrucción y salvamento de damnificados en Mocoa. El Gobierno de China girará un cheque por US$1 millón. El BID nombró US$200.000. Emiratos Árabes hará lo propio con US$7 millones. La Comisión Europea, 150.000 euros. La CAF, US$100.000. Y en eso vamos.

“Ahora, a renacer”, tituló El Espectador dos días después. 18 años han pasado del terremoto del Eje Cafetero y esta vez, como en aquel febrero del 1999, apareció Luis Carlos Villegas, ya lejos de la Andi pero parte del Gobierno. Lidera el Ministerio de Defensa. Quien en esta ocasión puso sus ojos sobre él fue el presidente Juan Manuel Santos, quien lo nombró gerente para la reconstrucción de Mocoa. Otra vez en las manos del hombre de números, de negocios, está el devolverles la esperanza a los damnificados. La vivienda, la energía, el agua... la vida.

El modelo de reconstrucción

¿Se reconstruirá a Mocoa como sucedió con el Eje Cafetero? El modelo que cumplió con éxito Villegas en el Eje Cafetero tuvo un primer diagnóstico con nuevo puntos que permitieron entender el nivel de afectación: la cuantificación de los muertos, heridos y afectados. El censo de las viviendas y edificaciones. La afectación de los servicios públicos. Recolección de residuos sólidos. La verificación de la infraestructura de clínicas y hospitales. La de las escuelas y colegios. La vial. La evaluación del aeropuerto El Edén y la afectación de las cárceles.

Luego vinieron las medidas puntuales. En infraestructura, por el lado de la vivienda y edificaciones, a cambio de la entrega del inmueble, la familia propietaria o poseedora recibió un subsidio de cuatro millones de pesos para la reubicación. El Fogafín otorgó un subsidio que cubriera la diferencia entre la tasa de interés cobrada por las entidades financieras y el IPC. El monto del crédito por subsidiar era igual al valor del daño o como máximo de $120 millones en viviendas y $300 millones en establecimientos comerciales. El Sena apoyó en la autoconstrucción y rehabilitación de las casas. Los alcaldes determinaron la manera más ágil de la demolición.

En servicios públicos se responsabilizó a las empresas prestadoras para la elaboración de los planes maestros de rehabilitación con el soporte financiero del Gobierno Nacional, detalla un documento del DNP. Findeter creó una línea de crédito especial para las empresas privadas y públicas prestadoras de los servicios domiciliarios, para que pudieran cubrir “la disminución de sus ingresos y continuar prestando el servicio mientras se normaliza el recaudo tarifario”, agrega el documento. En materia de colegios y hospitales, los ministerios de Salud y Educación, junto con los gobiernos locales, definieron el esquema administrativo y financiero para la recuperación. Por el lado de las vías, el Invías se encargó de coordinar y apoyar técnica y financieramente a los departamentos en la rehabilitación de la red secundaria, además de prestar asesoría en la contratación requerida. El Inpec se encargó de las cárceles.

Por el lado de la reconstrucción social, el ICBF lideró todo la asistencia sicológica y de orientación. Los niños que quedaron sin padres entraron al programa especial de adopción para los plenamente identificados como huérfanos. Las mujeres gestantes entraron en el plan del ICBF y los ancianos en la Red de Solidaridad Social. La reconstrucción económica se estructuró con proyectos productivos y alianzas estratégicas en el sector agrícola con ayuda de la Federación Nacional de Cafeteros. Se estimuló la creación de empresas con el programa nacional de microempresas y el Ministerio de Hacienda se encargó de establecer los mecanismos que les permitieran a las entidades territoriales tener un nivel de ingreso adecuado para desarrollar sus actividades, relata minuciosamente el DNP. El modelo, a grandes rasgos, fue exitoso. El Forec aprobaba los planes presentados y los gobiernos locales se encargaban de la gestión.

¿Y en Mocoa qué?

“Desde el punto de vista práctico, lo que hay que hacer es una gran intervención de gobierno, porque la concentración geográfica del daño es demasiado grande. En el Eje Cafetero teníamos cinco departamentos, por eso hubo que atomizar la gerencia con planes de acción zonal. En este caso, a pesar de que hay que zonificar el área, por ser concentrada permite que las agencias del Estado actúen per se, directamente”, cuenta el ministro Luis Carlos Villegas a El Espectador.

Pero eso no quiere decir que no se necesiten sistemas más ágiles de contratación o interventorías, auditorías, consultorías de universidades, ONG, y el ojo verificador y participativo de las propias organizaciones de la población civil del Putumayo. Pero como para reconstruir no solo se necesita buena voluntad, los dineros que ya se tienen son para las primeras etapas, la de emergencia y consolidación, pero “hay que mirar una vez cerrados los censos cuáles son los presupuestos y cuáles son las líneas de tiempo”, apunta.

Así que, con la experiencia del Eje Cafetero, “la reconstrucción de Mocoa tardará más de dos años”, detalla, recordando que habrá cosas antes, como el puente que están construyendo los ingenieros; estarán la luz y el agua, pero lo de largo aliento, como las viviendas, que toman por lo menos 14 meses para entregar las primeras, el nuevo acueducto, la subestación eléctrica definitiva, el malecón de los ríos para evitar nuevas tragedias, la adecuación de las vías finales, estarán listas después del 7 de agosto del 2018, cuando esté en el poder el siguiente Gobierno.

Precisamente Iván Mustafá, gerente del Fondo de Adaptación, fue claro en el tema de las casas: “necesitamos definir el lote, revisar las condiciones técnicas y de servicios públicos para definir el plan de trabajo. Ya hemos revisado el tema con la ministra Elsa Noguera y la idea es que después de la atención inmediata de estos días se pueda comenzar la construcción de las viviendas lo antes posible”,

¿Y cómo van a blindar los recursos de los corruptos? “Hay dos mensajes: el hecho de que estemos recibiendo ayuda internacional en dinero no quiere decir que se les va a dar dinero a los afectados, no será así, ese dinero es para atender planes de reconstrucción y si es necesario se usa si se agrava la emergencia. No es una persona repartiendo dólares en los albergues. Y segundo: el récord de transparencia de la Unidad de Gestión de Riesgo es bastante bueno, funcionarios que son honestos, transparentes, y mi papel es estar ahí para garantizar que se mantenga esa transparencia. Y que el ojo de la ciudadanía esté ahí”.

Villegas, en la reconstrucción de Mocoa, no será ejecutor, será coordinador de la acción del Estado. El brazo planificador será la Unidad de Gestión de Riesgo con Carlos Iván Márquez a la cabeza. Un reto que apenas comienza. ¿Qué será lo más difícil de reconstruir Mocoa? Luis Carlos Villegas, tal cual como respondió en las páginas de este diario hace 18 años con el Eje Cafetero, responde: “Será poderle ayudar a dar un salto a la modernidad, que pueda pasar de ser una ciudad de frontera de colonización a una ciudad moderna que ofrezca toda clase de oportunidades para el desarrollo económico, para la educación, para el turismo, para la agroindustria, para quienes les gusta el medio ambiente y la naturaleza. Lo más difícil no será dejar a Mocoa como estaba antes de la tragedia, sino mejor”.

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