Peligros de donaciones por la pandemia: Regalo envenenado

La directora del área de Justicia Económica en Dejusticia advierte sobre las "donaciones chatarra", que en vez de proteger a familias vulnerables las perjudica.

En las últimas semanas hemos visto un despliegue de solidaridad como nunca. Ante la ausencia de una red de soporte social sólido y del impacto económico que el distanciamiento social tiene en las familias más vulnerables, resulta un alivio que la gente exprese su apoyo. Aunque las donaciones por sí mismas no son la solución a los problemas de inequidad y pobreza estructural que la pandemia agudiza, son un granito de arena en este mar de dificultades. 

Ahora bien, que las donaciones sean bienvenidas no significan que todas sean deseables. Piense en una compañía que done miles de cajas de tabaco y alcohol a una población luego de una terrible tragedia natural. La compañía tendría un interés en mejorar su imagen pública por medio de su contribución, pero ¿realmente ayudaría tener tabaco y alcohol gratuitos en una población con altos grados de estrés, ansiedad y depresión como puede suceder luego de una tragedia?

Imagínese ahora que no se trata de tabaco o alcohol sino de una compañía de productos comestibles o de bebidas ultraprocesadas repartiendo productos con altos niveles de grasas, azúcares y/o sodio. Dichas compañías tendrían grandes incentivos para donar, no solo en términos de imagen pública, sino incluso fiscales. Y sin embargo ¿cree usted que en medio de esta pandemia ayudaría a la alimentación de las familias más vulnerables tener acceso gratuito a papitas y gaseosas?

Alguien podría decir que es mejor tener acceso a eso que no tener acceso a nada, pero no lo creo. Un principio fundamental de las acciones de ayuda debe ser el “no daño” y, en este caso, el consumo de estos productos puede empeorar las cosas. Estudios en pacientes de China y Estados Unidos han mostrado cómo dentro de las comorbilidades crónicas más frecuentes en pacientes con Covid-19 se encuentran la hipertensión arterial y diabetes, ambas asociadas con malos hábitos alimentarios. En efecto, el aporte nutricional de estos productos es muy bajo, por no decir nulo. Su consumo excesivo está asociado al desarrollo de varias de las condiciones de salud ya mencionadas y no hace parte de una dieta saludable.

Es cierto que las personas que ya tienen estos factores no podrán cambiarlos rápidamente de manera que lo que coman ahora poco incidirá en la forma de enfrentar la enfermedad. Sin embargo, la alimentación de ahora sí incidirá en el estado de salud y los hábitos alimenticios del mañana. Si las personas no se alimentan bien hoy, no podrán resistir las próximas pandemias o enfermedades. Es decir, con donación chatarra, en vez de protegerlas, las estamos haciendo más vulnerables.

Esto sucede además en un contexto de profunda desigualdad en el acceso a alimentos sanos y agua potable. En varios lugares, acceder a un paquete de frituras o a una lata de gaseosa es más fácil que tener una mandarina o agua potable. Poblaciones con difícil acceso a alimentos nutritivos, que por el confinamiento no tendrán un ingreso diario, se verán forzadas a acudir a estos programas alimentarios que, en vez de contribuir a su salud, refuerzan patrones de mala alimentación o incentiva hábitos no saludables. Todo un espiral de inequidad en el acceso a alimentos con impactos negativos en salud.

Varios organismos internacionales han llamado la atención sobre el deber de los estados proteger a los más vulnerables durante la pandemia y de adoptar programas que garanticen su seguridad alimentaria. Está bien que los gobiernos locales diseñen planes alimentarios para las familias más necesitadas y que para sufragarlos acudan a recursos propios o a la solidaridad de ciudadanos o empresas. Sin embargo, lo que no puede hacer un gobierno a través de su programa es exponer a poblaciones vulnerables a mayores riesgos para su salud.

Una primera medida para evitar estos regalos envenenados sería adoptar las recomendaciones de UNICEF que recomiendan incluir productos saludables dentro de los programas de donaciones y no aceptar aquellos no saludables. Si empresas y personas quieren contribuir pueden donar alimentos sanos no perecederos, o alimentos frescos, ojalá de proximidad, o simplemente donar el dinero.

Los gobiernos locales podrían incluso adoptar medidas más audaces para incentivar consumos más saludables y justos como favorecer la compra de alimentos frescos directamente de los campesinos de su región como lo han hecho ya las alcaldías de Bogotá, Cauca y Magdalena. Esta propuesta sería beneficiosa para aliviar el hambre de las ciudades y, de paso, solucionar la crisis del campo.

Resulta clave que los gobiernos locales adopten programas de seguridad alimentaria para las familias vulnerables durante la pandemia, pero también es necesario asegurar que los alimentos incluidos sean realmente nutritivos. Un primer paso sería adoptar protocolos para el manejo de donaciones que prohíban la entrega de productos no saludables y no tragarse así ese regalo envenenado.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

A Cuevana le quieren dar una taza de 'SOPA'

Digibee nombra a Jorge Sánchez como Partner Account Manager

Nuevo Sparkies Crunchy