Para el coronavirus no se recetan antibióticos

El nuevo coronavirus se da en un momento histórico, en un mundo hiperconectado que permite seguirle la pista a la epidemia en vivo y en directo.

A 56 días de haberse reportado la enfermedad a la Organización Mundial de la Salud hay más de 150 estudios –incluyendo trabajos epidemiológicos, análisis genéticos e informes clínicos– que examinan cada aspecto de la enfermedad, ahora llamada Covid-19. En ellos participaron 675 investigadores de distintas partes del mundo.

En comparación, cuenta Pedro Martínez, médico, doctor en salud pública y antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, durante el brote de Sras (Síndrome respiratorio agudo severo) de 2003 se tardó más de un año en publicar incluso la mitad de ese número de trabajos.

“Tenemos acceso a información científica que antes demoraba mucho en estar disponible. Los equipos de distintas universidades del mundo que están haciendo sus modelos de cómo va la transmisión del coronavirus ya lo tienen en línea. Conocemos unos genéticos y filogenéticos de lo que es el virus como tal”, agrega sorprendido.

Martínez hace parte del equipo de ciencia abierta Latinoamérica. Este colectivo de científicos busca promover la participación ciudadana en la generación de conocimiento y la apertura de los datos de la investigación. Así que el reto para ellos en este momento es evaluar esta situación epidémica como la primera en la cual se tiene tanto acceso a los datos en línea y ayudar a que el público conozca los riesgos de la manera más adecuada y sin despertar pánico.

¿Cómo se percibe el riesgo?
Desde hace tiempo se sabe que muchas enfermedades están asociadas a acciones que los salubristas y epidemiólogos llaman comportamientos de riesgo. Por ejemplo, cuenta Martínez, en el caso de las enfermedades infecciosas una acción de riesgo sería exponerse a aglomeraciones.

Sin embargo, cada persona revisa sus conductas con un filtro propio. Hay gente que valora más estar en espacios con mucha gente, un concierto por ejemplo, que el riesgo que puede haber allí de contagiarse de enfermedades infecciosas. Con el tiempo los investigadores se han dado cuenta de que la noción de riesgo es construida contextualmente a partir de una cantidad de elementos socioculturales que dependen de cada colectivo. Es decir, la percepción del riesgo frente a un acto cometido es variable.

De aquí que sea esencial que las personas sepan distinguir claramente el peligro de sus conductas y a partir de eso proceder. Eso tiene tanto de largo como de ancho porque “los humanos no somos del todo racionales en el sentido en que no tomamos decisiones sobre nuestras conductas a partir de la mejor información”, agrega Martínez.

Por eso, el trabajo que se hace en salud pública es explorar los incentivos asociados a las mejores conductas ante las infecciones, como al toser o estornudar, cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado o con un pañuelo, que debe ser desechado inmediatamente (ver infografía).

Y por supuesto educar y comunicar al público sobre lo que sucede. En una circunstancia como esta nueva epidemia su tarea como individuo es mantenerse alejado de infecciones a través de métodos de barrera como un tapabocas. Esto último si está enfermo o si se va a exponer a grandes grupos de personas.

Por su parte, la responsabilidad del gobierno es generar escenarios propicios para que la gente se lave las manos, que es algo tan básico, pero poco se hace.
Lo aprendido

Hace 100 años se dio la gripe española, el brote más mortal registrado en la historia: enfermó a un tercio de la población mundial y mató a unos 50 millones de personas, una cifra muy superior a los cerca de 17 millones de muertes que dejó la Primera Guerra Mundial.

Los aprendizajes que se han reunido desde entonces han evitado que esto suceda de nuevo, dice Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, en la introducción del documento Managing epidemics (2018).

El mundo ya ha pasado situaciones parecidas a esta nueva epidemia, dice el doctor Francisco Javier Díaz, médico virólogo y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.

Y ya se sabe, según dice la OMS en su documento, que los hábitos y formas de vida propios de esta época propagan las enfermedades más que antes: ya sea porque aumentan los contactos entre personas, o entre animales y personas. Hay una rápida e intensa movilidad con el aumento del transporte y los viajes internacionales y hay una mayor interconexión entre las megalópolis que son los principales centros para aviones, trenes, vehículos de carretera y barcos.

Ahora se sabe que los planes de preparación iniciados en 2003 frente a la gripe aviar han sido de gran utilidad: se tomó consciencia de la importancia de los programas de vigilancia (una clase especial de protocolo en los que se controlan diversos parámetros de manera sistemática, periódica y oportuna) y se han establecido rutas para las alarmas y medidas de control.

Las mejores estrategias para contener esta enfermedad siguen siendo técnicas muy antiguas, agrega Martínez: la cuarentena, el aislamiento de casos y los métodos de barrera como usar un tapabocas si es necesario.

Estos son algunos de los aprendizajes que vale la pena recordar según los especialistas Díaz, virólogo, y Martínez, salubrista con estudios en antropología.
Virus no son lo mismo que las bacterias

Un gran descubrimiento del siglo pasado fue entender que hay diferentes tipos de microorganismos, aunque aún muchos crean que son lo mismo. Parásitos, virus, bacterias y hongos son diferentes.

En 1989 el microbiólogo holandés Martinus Beijerinck se preguntó si algo más pequeño que una bacteria sería la responsable de las infecciones que sufrían plantaciones de tabaco. Luego de algunos intentos fallidos de otros colegas, Beijerinck describió lo que llamó un “líquido vivo contagioso”. Supo que se replicaba a sí mismo y podría propagar enfermedades. Era algo diferente a lo conocido por los biólogos. Este fue el inicio del entendimiento de este micromundo.

Diferenciarlos es fundamental porque allí radican varios problemas grandes que se tienen actualmente como que algunos médicos recetan antibióticos, o los usuarios se los automedican, para virus cuando no se requieren. Los antibióticos combaten las bacterias, a veces incluso a las buenas, las que ayudan a la digestión. En cambio, no le hacen nada a los virus.
Los virus mutan con frecuencia

El primer reporte o registro de una enfermedad causada por virus en humanos es el de la polio, se encontró en varias muestras de arte egipcio. Luis Kamil Buitrago, biólogo y divulgador científico del Parque Explora, cuenta además que ahora se sabe que los virus infectan bacterias, células de animales, de plantas, de hongos e incluso hay una categoría que infecta a otros virus: los virófagos. También se sabe que los tamaños entre ellos son abismalmente diferentes, aunque nunca tan grandes como una bacteria (son tan diminutos que ni un microscopio los capta, salvo que sea electrónico).

En las tres primeras décadas del siglo XX se supo que, por sus características, su adaptabilidad y su capacidad de replicación mutan fácilmente. También que su forma de adaptarse es cambiar con el tiempo, lo que facilita que se hagan cohabitantes con el ser humano. Por eso es que la vacuna contra la influenza, un tipo de virus de una familia diferente al Covid-19, cambia año a año.
Su tasa de Transmisión es muy ágil

Martínez cuenta que hay virus de transmisión por contacto y otros de transmisión aérea, como el Covid-19 que resulta ser todo un reto, al transmitirse con mayor facilidad. Además se sabe que los que están en el aire “tienen una vida muy corta en condiciones extremas, por ejemplo con el calor”. Se habla de que el nuevo coronavirus puede llegar a vivir máximo 24 horas afuera. El problema se da cuando hay aglomeraciones porque esto le facilita la entrada a otra persona.

De otros virus se sabe que se pueden transmitir en una ventana de 3 a 5 días. La del coronavirus es un poco más amplia: 7 a 10 días.
Se sabe bien cómo combatirlos

Cada día se reúne más información confiable sobre cómo tratar un virus. Por eso es clave implementar lo que se sabe que funciona. Las medidas de barrera, el lavado de manos y no exponerse a otros si se siente débil es la mejor estrategia. El Covid-19 es un virus de contenido principalmente respiratorio y Colombia ya sabe lo que es enfrentar el brote de un virus dos veces al año: el país ha estado expuesto a influenza en los últimos 30 años.
La importancia de evitar los prejuicios

Una epidemia como esta despierta los miedos modernos, explica Martínez. Esto debido a que es apenas natural que los humanos intenten dar respuesta a la incertidumbre con lo que tienen a mano, en muchos casos serán los imaginarios sobre la población oriental. Detrás de todo eso lo que hay es una serie de miedos construidos sobre la imagen de la diferencia, recuerda Martínez. Así que vale la pena tener en cuenta cuáles son sus prejuicios y no está de más contrastarlos e incluso intentar derrumbarlos .

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