Altos precios del café una maravilla, pero hoy pagan la carga muy barata

Los caficultores de Risaralda consideran que el precio actual será importante si aguanta hasta la cosecha, pero dicen que hoy los particulares no están reconociendo el precio de sustentación.

El café sigue dando de qué hablar, por momentos las noticias ponen a llorar a muchos, pero en otros escenarios regala felicidad, holgura económica, calidad de vida y desarrollo. La historia cafetera suele ser grata y enriquecedora. Por las matas del grano suave colombiano ha pasado de todo, unos inicios clericales, pero luego un inicio comercial que terminó literalmente arrasado por la Guerra de los Mil Días que tuvo lugar entre 1899 y 1902.

No todo fue tragedia pues el caficultor tuvo la resiliencia como un marcado común denominador, después de los hechos de fin del siglo XIX y la alborada del siglo XX, la caficultura experimentó un repunte interesante en donde aparecieron bonanzas y momentos afables, verbigracia el nacimiento de la Federación Nacional de Cafeteros en 1927, luego en 1928 empieza la asistencia técnica, en 1938 los productores y la institucionalidad le dan vida al Centro Nacional de Investigación del Café, CENICAFÉ y en 1958 incursiona el mecanismo de compra a través de las cooperativas que aseguró compras transparentes a los caficultores de contado y en sitios cercanos a las fincas.

Con el tiempo tras subidas y bajadas se firma el Pacto Cafetero o Acuerdo de Cuotas el 28 de septiembre de 1962, pero como lo bueno dura poco el cuatro de julio de 1989 vino la ruptura del convenio llevando la caficultura a una profunda crisis. El tema no fue nuevo pues a finales de 1937 igual colapsó un acuerdo de similares características.

Como se puede apreciar hay historia económica de sobra y también social habida cuenta que las familias cafeteras sufrieron los embates de la violencia y de una guerra sin cuartel con la aparición de guerrillas y grupos armados ilegales que generalmente descargan equivocadamente sus objetivos en las gentes más humildes y desprotegidas, las del campo.
Una cosa es querer y otra, poder

Al hacer una amplia lectura del sector cafetero en Colombia, el empresario Edgar Herrera dijo que la caficultura va muy mal pues el productor intenta vivir con la tradición, mantenerse y seguir, pero infortunadamente cuando revisa números el negocio no da, carece de rentabilidad y de ñapa hay un tema delicado, la actualización catastral con lo que las fincas pasaron a pagar siete y hasta ocho veces más de predial. En el caso del contertulio pagó un impuesto sobre la propiedad 10 veces más caro por su finca, algo refutable porque él vive de ella, de lo que produce. Denunció que tuvo una finca en donde pagaba entre 1.8 y dos millones de pesos anuales, ahora paga 22 millones de pesos por predial, el tema es que no hay quién atienda el reclamo.

Ante esa jocosa situación lo más acertado es olvidarse del campo y vender lotes o la propiedad entera, hoy todo el mundo quiere un pequeño lote campestre y muchos se quejan porque dicen que con esas ventas se contribuye con el acabose de la región, pero lo cierto es que por apego o capricho un propietario no se puede ir a la ruina, un contexto que hoy experimenta Pereira en donde hay muchas fincas campestres aprovechando además la cercanía con el Parque del Café, a Panaca y en pleno corredor turístico del triángulo del café, y por eso la caficultura de Risaralda se desplazó a la alta montaña en poblaciones como Pueblo Rico, Apía, Mistrató, Belén de Umbría y otros en donde la mano de obra es aún favorable por la alta presencia de resguardos indígenas.

Es muy preocupante, pero con los últimos reportes de la ruralidad adiós café, adiós agricultura, no más cosechas y contra cualquier pronóstico se dejó la seguridad alimentaria posible en los campos para darle terreno al cemento y a unas obras que no alimentan.

El agricultor pidió la atención del gobierno por los altos niveles de exposición con el tema alimentario porque debe trazarse una hoja de ruta y mirar qué hacer porque con el café a las tierras se les revolvió plátano, un cultivo alternativo muy propicio porque ayudó a sostener una caja menor, pero nada dura puesto que mientras en la tienda un plátano vale 2.000 pesos en las fincas eso vale un kilo, pero hoy ese kilo en finca está a 700 pesos, un precio a cómo lo quieran pagar y se vuelve al asunto inicial, no hay garantía de compra o un precio establecido con un mínimo en donde resulte rentable sembrar plátano que otrora ayudaba con los costos de producción de la finca entera.

Herrera siembra un plátano de muy buena calidad y sumamente bien presentado a 700 pesos el kilo, pero hay gente que lo tiene en 400 pesos y ese que se maduró ya no vale nada en la finca porque en la tienda no lo bajan de 2.000 pesos.

La Federación Nacional de Cafeteros está cerca de cumplir 100 años de vida, pero en opinión de Herrera al paso en que va todo el otro centenario no se dará pues muchos cruzan los dedos para que aún haya caficultura en las próximas dos cosechas. Dijo que los productores van muy mal y si no hay quien siembre pues no habrá federación, tristemente, señaló el empresario, el café de Colombia tiene fecha de vencimiento como sector productivo. Dijo que si más familias se van del café será menor la contribución cafetera y por ello urge implementar un modelo de economía primaria en café muy parecido al de Brasil, puras cooperativas y que cada quien se defienda como pueda lo que implica buscar clientes en el exterior, potenciar la asociatividad y dejar al gobierno libre de cualquier compromiso o vínculo, hoy por tantos vicios y burocracia la institucionalidad cafetera no sirvió para nada, el café agoniza y no pasa nada.

“Nadie niega que la caficultura es muy bonita por el paisaje, por la gente y por el entorno natural en el que se mueve, igual son cómodas las tiendas Juan Valdez que no son de la FNC, es una empresa de Procafecol, al caficultor le pertenece el logo, la imagen, conchita y el caficultor, pero nada más, siguen explotando una marca que nos pertenece, solo que si vamos a esas tiendas sin plata no nos dan un tinto”, concluyó el caficultor y empresario Edgar Herrera.

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