Hijos criados con excesiva permisividad
Indulgentes y excesivamente complacientes con sus hijos
Menores formados por padres indulgentes se convierten en adultos que no saben respetar la autoridad.
Demandantes, desafiantes, indisciplinados, incapaces de respetar una norma y de ponerse en los zapatos de los demás. Estas son, a juicio de especialistas, algunas de las características que mejor definen a los niños criados con permisividad excesiva.
Con frecuencia los padres desconocen las consecuencias de formar a sus hijos bajo un modelo indulgente y laxo; de hecho, muchos lo justifican a partir de experiencias que no quieren repetir.
Luis Carlos, contador de 35 años, ha empezado a aceptar que quizá ha estado malcriando a su hija Valentina, de cinco años. “Desde que nació es la reina de la casa –dice–, todo gira en torno a su rutina; le doy todo, porque no me gusta verla llorar ni frustrada”.
El problema es que su profesora les pidió corregirla con más firmeza: se queja de que nunca le hace caso, le arma berrinches y distrae a sus compañeros. “Pero eso no es tan fácil”, admite Luis Carlos y aclara que tanto él como su esposa, que vienen de hogares con papás autoritarios y poco comunicativos y cariñosos, temen repetir ese esquema con la niña.
María Elena López, psicóloga infantil, advierte que antes de cumplir un año los niños son capaces de percibir esa inseguridad en sus papás y de manipular la situación. “He recibido en consulta a mamás que me dicen ‘no puedo más con mi hijo, es grosero, inmanejable’, y cuando pregunto por la edad del niño, resulta que no es un adolescente, sino un pequeñito de dos o tres años, criado sin ningún control”.
Lo curioso es que los papás se sorprenden cuando los psicólogos les hacen ver que el problema no son los niños, sino ellos mismos y el modelo de crianza permisivo que adoptan. El problema no radica solo en la intención de no educar autoritariamente, como ocurre con Luis Carlos, sino en el hecho de que muchos adultos jóvenes están simplemente desorientados en materia de formación.
“Esa confusión –señala López– se profundiza con el bombardeo de información sobre métodos y técnicas de crianza, y se agrava por otros factores, como la separación de los papás y el poco tiempo que tienen para sus hijos, lo cual genera culpa”.
Elvis Castro, profesor del programa de Terapia Ocupacional de la Universidad del Rosario, señala que “para los padres trabajadores la crianza de los hijos se ha convertido en un reto, un dilema que recorre un camino entre la culpa, por no poder dedicar suficiente tiempo, y el establecimiento de límites. E insiste en que no se puede seguir cayendo en el error de tratar de compensar esos vacíos con regalos, indulgencias, permisividad o beneficios; “se está enseñando a los niños que las ausencias prolongadas pueden ser retribuidas con premios injustificados”.
Mónica Reyes, profesora de psicología del desarrollo del Rosario, llama la atención sobre las consecuencias de esa crianza permisiva en la adultez: “Estos niños se convierten en jóvenes con dificultades para acatar normas, reconocer la autoridad y las jerarquías, comunicarse formal y respetuosamente y seguir conductos”, lo cual afecta su desempeño social y laboral.
Y ese no es el único problema, también les cuesta ser seres autónomos y tienden a ser incapaces de tomar decisiones por su cuenta”.
Así son los hijos de los papás complacientes
Les cuesta aplazar sus deseos; a los ‘no’ responden con pataletas, berrinches y comportamientos groseros. No superan la etapa del egocentrismo propio de la primera infancia; ellos son el centro de todo y no son empáticos (no logran ponerse en el lugar de los demás).
Consejos
Calidad de tiempo y reglas claras
Dedíqueles tiempo de calidad a sus hijos. Incluyan en su agenda por lo menos media hora de su día para estar con ellos, hablar sobre sus cosas, sin televisor, sin distractores. No compense su ausencia con regalos.
Imponga límites y normas claras que deben respetarse. Si los niños incumplen, hay que reprender. No hay que dejarlo pasar. Incluso si los padres son separados,nunca se desautoricen mutuamente.
Respetar las rutinas. Si a la hora de acostarse el niño responde, “no me voy a la cama, porque no tengo sueño”, responda: “No te dije que te durmieras, sino
que te acostaras”.
No los involucre en decisiones de adultos. Tome usted las decisiones.
Asígneles tareas y hágales ver el valor que tiene para la familia que las cumplan.
Incúlqueles autocontrol. Invítelos a ir al centro comercial, pero acláreles que solo comerán helado y no ceda si insisten en que les compren otra cosa.
Evite pelear por cosas superfluas; algunas cosas cotidianas pueden negociarse. Los valores, por el contrario, no. Asistir al colegio y cumplir con las tareas es innegociable.
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