Altares mexicanos, tradición viva para los difuntos

(CNNMéxico) — Una de las festividades más importantes en México es el Día de Muertos, donde convergen las creencias de la religión católica sobre la trascendencia del espíritu y el culto a la muerte propio de los pueblos prehispánicos.

Al inicio de la temporada de cosecha del maíz, las culturas mesoamericanas organizaban un festín para compartirlo con sus seres queridos, vivos y muertos, como agradecimiento a la Madre Tierra.

Como no podían eliminar esta celebración, considerada pagana, los evangelizadores que llegaron a América buscaron que coincidiera con una festividad católica.

"La festividad de los muertos, es decir, la cosecha, es momento de agradecer a los difuntos y a los dioses por tener una producción abundante, por lo menos una cosecha. Son los días en que se recibe a los difuntos de la familia que regresan, y se comparten los alimentos en la ofrenda", explicó Andrés Medina, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Ahora, cada 1 y 2 de noviembre, los mexicanos recuerdan a sus muertos con altares que combinan elementos cristianos —como veladoras y cruces— y objetos de origen prehispánico.

El calendario católico establece el 1 de noviembre como el día de Todos los Santos, mientras que el 2 está dedicado a los Fieles Difuntos.

Según la leyenda, los familiares fallecidos "regresan" para convivir con los vivos "y nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece”, de acuerdo con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

Desde 2003, la Unesco reconoce esta festividad como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Públicos o domésticos, los altares de muertos reúnen arte, tradición y religiosidad. Las personas exponen objetos y comidas que agradaban a sus familiares, así como elementos para dar la bienvenida a los espíritus.

El papel picado, el pan de muerto, las calaveras de azúcar y las flores de cempasúchil forman parte de ese conjunto. 

El pan huesudo

Las ofrendas para los muertos originadas en las culturas prehispánicas dan un lugar principal al pan.

Antes de la llegada de los españoles, el trigo no se cultivaba en Mesoamérica, por lo que el maíz y el amaranto eran la base de una especie de pan en forma de mariposa o rayo, el xonicuille; de otro pan sin cal, el yotlaxcalli, y de los tamales o xucuientlamatzoalli. Estos alimentos se ofrendaban a los dioses en diversas festividades, de acuerdo con la CDI.

El pan de muertos en la ofrenda tienen su origen en los sacrificios humanos prehispánicos, donde una doncella era ofrecida a los dioses y su corazón aún caliente se introducía en una olla con amaranto tostado. Después, el celebrante mordía el corazón en señal de agradecimiento al dios en cuestión.

Pero los españoles que llegaron a América reemplazaron el maíz por el trigo y comenzaron a elaborar un pan en forma de corazón bañado de azúcar teñida de rojo, para simular la sangre.

El pan, como se usa ahora, está azucarado o con ajonjolí y representa a los muertos, con un círculo en la parte alta que hace las veces de cráneo, canillas como huesos, gotas que simulan las lágrimas que derramamos y el sabor a azahar para evocar un "dulce recuerdo".

Las maravillas

La flor de cempasúchil, "de muertos" o maravilla es utilizada para decorar altares, tumbas y ofrendas, especialmente durante estas celebraciones. Además, sirve para formar tapetes de bienvenida para los difuntos.

En varios estados del país, las personas forman caminos con los pétalos para guiar a los muertos en su camino del cementerio a la casa y de regreso, de acuerdo con la CDI.

Su nombre proviene del náhuatl y significa "flor de veinte pétalos". Los pueblos prehispánicos también la usaban con fines alimenticios por su alto contenido de carotenoides —poderoso antioxidantes— y medicinales, según la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana de la UNAM.

Calaveras en dulce y verso

En México, hablar de calaveras remite tanto a los dulces de azúcar, chocolate o amaranto en forma de cráneo (utilizados como adornos para el altar) como a los poemas populares que, a manera de epitafios, se burlan de personajes vivos. 

Las rimas explican cómo 'murió' la persona y su encuentro con la Huesuda (como se conoce popularmente al personaje de la muerte).

Durante el siglo 19, la crítica social y política en contra del gobierno utilizó poemas e imágenes de esqueletos que parodiaban a las clases privilegiadas.

En esa época surgió la famosa Catrina de José Guadalupe Posada.

El artista realizó un grabado en metal para criticar a los llamados garbanceros, personas que tenían sangre indígena pero pretendían ser europeos y renegaban de sus raíces. Su obra fue bautizada originalmente como La Calavera Garbancera.

Aunque este personaje solo portaba un sombrero, el muralista Diego Rivera la "vistió" como una elegante dama del siglo XIX en su obra mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda.

Respecto a los dulces de calavera, algunos antropólogos sugieren que estas tienen su origen en las filas de calaveras de barro que los pueblos prehispánicos formaban para honrar a los guerreros caídos, de acuerdo con la CDI.

Sin embargo, de acuerdo con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la técnica de preparación proviene de los españoles.

Los dulces adornados con filigrana comestible en colores chillantes aluden a la muerte y se burlan de ella, dice un artículo de la revista de divulgación cultural Metrópoli, de 1992. 

En los altares se colocan calaveras hechas con un dulce de azúcar con limón, con el nombre de los miembros de la familia, vivos y difuntos, inscrito en la frente. También es costumbre regalarlas a las personas queridas.

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