Julieta Venegas vivió una última noche en el escenario antes de ser mamá
Tras un teclado negro y rodeada de sus músicos, la silueta esbelta y de vientre abultado de Julieta Venegas dijo anoche adiós temporalmente a los escenarios con una buena dosis de música de colores y folklore, a la espera de convertirse en mamá.
Mallas azules apretadas, tacones negros, blusón de flores acampanado y una cola que se antojaba infantil, encaró dos últimas horas sobre las tablas antes de ponerse en reposo para los compases finales de su embarazo, que anunció hace meses con felicidad.
Julieta se acompañó de los tres mil espectadores del teatro Metropolitan de Ciudad de México para entonar como principio “Amores platónicos”, extraído de su más reciente álbum, “Otra cosa” -contagiado de la alegría de su estado de buena esperanza- y siguió con la tradicional “Limón y sal”.
A pesar de los kilos de más que le pesaban en el vientre, en sucesivas canciones no dejó de saltar, agitar los brazos y recorrer de este a oeste el escenario cantándole a un público que batía palmas incansable.
No obstante, la cantautora lleva unos meses -ha estado de gira por Estados Unidos y México- sin colgarse su tradicional acordeón, por miedo a que su peso pudiera dañar de alguna forma al bebé.
La precaución no la aplicó a la guitarra, que se pegó y despegó del hombro a su gusto e intercaló con el teclado y la jarana a su capricho, apoyada por la complicidad del compás de las percusiones, la trompeta, la batería, el bajo y las panderetas.
A mitad de la noche, con la energía al máximo, las luces se apagaron por algunos segundos, e iluminaron poco después de súbito a la cantante, con las manos sumidas en el teclado y los ojos cerrados; los acordes advertían de que se venía “Lento”.
Los arreglos de la canción tornaron el ambiente romántico; las parejas olvidaron a la artista y se concentraron en sus acompañantes por unos minutos, hasta que la voz apasionada de un fan rompió el hechizo con un estruendoso “¡Yo te espero, Julieta!”.
Transcurrió más allá la velada y retumbaron en las monumentales columnas del teatro temas como “Ya conocerás”, “Eterno”, “Un lugar” y “Amores perros”, que tocó con su gran amigo Quique Rangel, de los Café Tacvba.
La tijuanense siguió su ataque con “Sería feliz”, “Me voy”, “Duda” y “Original”, pero fue con “Eres para mí” como Julieta, con el micrófono orientado hacia el público, logró poner a todos los asistentes en pie para cantar.
Más tarde, con “Revolución”, evocó lágrimas al dedicar la canción al cantante argentino Gustavo Cerati, convaleciente en estado grave tras sufrir una isquemia cerebral al acabar un concierto en Caracas.
Después de diecinueve temas, Julieta escapó del escenario con agradecimientos al público, y luego de unos minutos regresó para recompensar con dos piezas más al respetable por sus gritos y ovaciones.
Con “De mis pasos” y “Andar conmigo”, la cantautora ganadora de cuatro Grammy Latinos cerró con una prolongada reverencia su última noche en los escenarios, hasta que nazca su bebé.
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