Joe Arroyo, un artista precoz


Cantó por primera vez a los 8 años en un local de Cartagena y siguió cantando en burdeles de la ciudad por $100 la noche. A los 14 años debutó como cantante profesional
Treinta y siete años han pasado desde que Fruko lo descubrió en un balneario de Puerto Colombia y se lo llevó a Medellín a grabar El Ausente, gracias al cual firmó el contrato que lo disparó al firmamento de las estrellas de la salsa y la música del Caribe. Arroyo fue un niño precoz de la música.

Cantó por primera vez a los 8 años en un local de Cartagena y siguió cantando en burdeles de la ciudad por $100 la noche. A los 14 años debutó como cantante profesional y ya andaba enrolado con los Caporales del Magdalena y La Protesta, algunas de las agrupaciones tropicales que gozaron con su voz de adolescente.

Álvaro José Arroyo González, como es su nombre de pila, había nacido en el barrio Nariño, de Cartagena, el 1 de noviembre de 1955 y desde los 6 años tuvo que ayudarle a su madre con los mandados para conseguirse la vida. Cargaba agua en latas de manteca para hacer el aseo.

Tenía apenas 16 años, cuando en 1971 firma para Discos Fuentes y es reclutado por Julio Ernesto Estrada, el bajista, cantante, compositor y productor de ‘Fruko y sus Tesos’, orquesta con la que alcanzó gran fama.

Siendo un joven imberbe, recién despachado de la adolescencia y con una balaca roja coronando su frente –pero también con mucha fuerza y ambición–, Joe Arroyo se paró al frente de los Tesos de Fruko para moverse al Son del Tren (uno de sus primeros éxitos), gritar que estaba ‘Confundido’, y ser reconocido, a la postre, como ‘El cocinero mayor’,

De hecho, como dice una de sus canciones de aquel tiempo, Arroyo llevó “el paso infinito del caminante”, saltó “los charcos” y empezó a pisar duro en la tierra de la salsa... “Eh, eh, eh Manyoma...eh, eh eh Manyoma”...

Aunque ayudó a construir la época dorada de Fruko a principios y mediados de los 70, Arroyo se dejó tentar por una jugosa oferta de los Latin Brothers y se llevó sus trastos para la orquesta que terminó reclutando a los más tesos de Fruko, a finales de la década. Finalmente eran casi lo mismo, porque en ambas orquestas estaba la mano de Fruko. Allí grabó La Guarapera, las Cabañuelas y Patrona de los Reclusos.

En 1981, el músico que ya era barranquillero por adopción, más cuajado como artista y con la fama en la cabeza, decide cerrar el capítulo inicial de su carrera con las orquestas que le dieron nombre y funda su propia agrupación a la que llamó La Verdad. La bautizó así para darle un batazo a quienes no creían en su proyecto independiente y decían que su orquesta se llamaría La Mentira. Con La Verdad, Joe terminó sacando la bola del estadio.

Siguió tocando la salsa dura que le dio sello a su voz, pero también le apostó a la fusión del ritmo con el folclor colombiano y los aires caribeños venidos de África.

Sin embargo, la vida agitada que llevaba en su mundo de mieles terminaron por amargarle el rato. Hacia 1983 prácticamente lo daban por muerto tras sufrir una grave enfermedad de la tiroides que lo silenció (a él que siempre fue un parlante mayor) y lo mantuvo alejado de los escenarios muchos meses. Otros decían que era la droga lo que le tenía así. Lo cierto es que el peso pesado de la salsa quedó en 37 kilos, casi en los huesos.

Pero, milagrosamente, Arroyo se recuperó para bien de la música y volvió grabar. Con La Verdad le da un nuevo giro a su estilo musical y se dedica a mezclar salsa con soca y reggae. En ese proceso descubre un ritmo nuevo, encuentra su propia voz: el ‘Joesón’, que termina por caracterizarlo.

El ‘Joesón’ lo hace único en el mundo de la música y lo catapulta a lo más alto de los aires caribeños, arrasando cada año durante una década con el Congo de Oro del Carnaval de Barranquilla. Una muestra de su nueva voz artística es ‘La fundillo loco’, un tema que se volvió insignia de la fiesta callejera de ‘curramba’.

Su talento, su originalidad y capacidad como intérprete y compositor lo convierten en el Rey del Carnaval de Barranquilla. En ese festival de orquestas no encuentra rival al frente de sus producciones llenas de fuerza y del sabor salitre de la costa, tan irresistibles que revuelven al bailador en su propio cuerpo.

Por eso, este certamen tuvo que crear el Súper Congo de Oro que, por supuesto, es para Arroyo, y tiene como fin darle oportunidad a otros artistas de que se ganen el Congo del Carnaval.

Hoy, a sus 53 años de edad y tras las glorias y tragedias de su vida, los médicos y sus fanáticos aseguran que “todavía hay Joe para rato”.

La discografía de Joe Arroyo fue abundante y variada y se puede dividir en tres etapas. La primera con Fruko y sus Tesos, la segunda con The Latin Brothers y la tercera con su orquesta La Verdad.

La etapa inicial, que va entre 1971 y 1977, es la era dorada de Fruko, donde Joe compartió set con Piper Pimienta y Wilson Saoko. El primer tema que prensó la voz de Joe Arroyo fue El Ausente, pero luego vinieron temas clásicos como El Son del Tren, El Caminante, Manyoma, Confudido y El Cocinero Mayor.

Joe apenas tenía 17 años de edad. No sólo cantaba, sino que también componía. El joven tenía sus temas guardados y recuerda que le daba terror mostrárselos a Fruko. Un día le cantó uno al pianista de la banda y éste le dijo al director que iba a tener que aguantar el álbum de ese año que ya estaba listo, porque Joe tenía algo que iba a romper en el país.

Pidió que se lo cantara. “...Voy a la ciudad/ voy a trabajar/ allí está el placer/ lo voy a buscar.../ Voy dejando atrás/ aquel basural/ que me hizo odiar/ tu forma de amar/... Cómo me llaman/ eso no importa/ yo te vengo a buscar/ te vengo a buscar/ oh! Tania/ oh Tania/ oh Tania eah/.... Fruko casi se va al piso cuando lo escuchó y tuvo que revisar el álbum.

Después, en la etapa siguiente con The Latin Brothers, en 1977 y 1980 grabó otro clásico, medio anecdótico, que es Patrona de los Reclusos: “De rodillas te prometo/ que al vicio no vuelvo más/ yo seré honrado y honesto/ me voy a regenerar”... Ese se convirtió en un himno para los presidiarios. En esta época también grabó La Guarapera, Las Cabañuelas y Candelaria.

A partir de 1981, inicia la tercera etapa de su vida y aparece como solista, arroyando en el Carnaval de Barranquilla y en cuanto festival de orquesta se presenta durante la década de los ochenta. En ese año impone los éxitos La Rumbera y Bolobonchi.

Con El Campeón, canción dedicada a Kid Pambelé, produce en 1982 un álbum del mismo nombre, y su famoso Amerindio.

Joe Arroyo y La Verdad empiezan a reinar con su éxito Amanecemos sí. Para 1984, produce el álbum Hasta Amanecé, del que impone el corte El Palo, y un mosaico en el que recopila sus canciones más famosas con Fruko.

Joe estaba imparable. En 1985 rompió todos los récords en el Carnaval de Barranquilla y sedujo al Caribe con su éxito la Tumbatecho: “Llegó a su casa derecho / de haber rumbeado con despecho/ de hecho cayó al lecho mirando al techo / y siguió derecho”...

Pero la Musa Original del hijo de doña Ángela González no terminaría allí. En 1986 se le escurrió del alma un nuevo álbum en el que incluyó el tema Musa Original y uno de los símbolos discográficos de toda su carrera que es Rebelión, la historia de “un negro esclavo de un español /que le daba muy mal matrato/ y a su negra le pegó....” Fue una manera de exorcizar la esclavitud a la que sometieron a su raza durante la Colonia.

En esa misma línea, en 1987 Arroyo aparece ‘Echao pa'lante’, en una producción que incluye un tema famoso de origen africano que es Yamulemao. “Allí me di cuenta claramente de dónde venía yo”, dijo alguna vez.

El venero del cartagenero adoptado en Barranquilla no se detiene y sigue incansable su racha de hacer un álbum de éxitos por año. Así, en 1988 sorprende con dos exitazos incluidos en el LP Fuego en mi Mente.

Ellos son A mi Dios todo le Debo, que es como un agradecimiento divino por su recuperación de las drogas, y La Noche, un verdadero clásico de la discografía de Arroyo, del cual hasta Juanes incluyó una versión en su álbum. “Qué misteriosa es la noche/ qué bonita esa noche/ besando tu boquita de grana/ bella noocheee...”

En 1989, el cantante produce el álbum En Acción, donde el tema El Centurión de la Noche es el corte más sonado. Ese disco le daría nombre años después al libro que Mauricio Silva escribió sobre el gran Joe, donde recoge su biografía.

En los años que siguen hace algunas recopilaciones de su abundante producción musical, como sus 15 grandes éxitos y Echao Pa’lante, en 1990. Y el álbum 20 Aniversario, con el que conmemora sus dos décadas en la música, en una recopilación de éxitos, en 1991. Ese mismo año vendrían tres hitos más: La Voz de Joe Arroyo, La Guerra de los Callados, con su éxito Te Quiero Más y Toque de Clase, con su famosa y polémica Inocente.

El artista se había alzado con todos los congos del Carnaval de Barranquilla en diez años y, en consecuencia, la institución decidió crear el Súper Congo de Oro para él, que lo consagra tácitamente como ‘fuera de concurso’.

En el 2006 el gran Joe es nominado al Grammy Latino en la categoría de mejor álbum tropical contemporáneo. Su éxito Fue tu mirada.

Ahora, en el 2008 sigue vigente con una edición discográfica denominada 10 de colección.

“Yo alcancé a meterme a la secta Rosacruz, con túnica morada, cabeza rapada y todo”, confesó alguna vez Joe Arroyo. Y es que el artista tuvo una época de hipismo, a finales de los 70. “Nos dio por las pintas del amor libre; de hecho llegué a tener ocho hijos por cuenta de las giras”, relató.

Era el tiempo en que Fruko viajaba por todas partes del mundo. Mantenía en New York donde se codeaba con Johnny Pacheco, Celia Cruz, Boby Valentín, Oscar D’León, La Orquesta Brodway, Los Hermanos Lebron, Roberto Roena y Willie Colón. Iban a tocar a Londres, a París y cobraban US$15.000 por toque. Fue una buena época.

Arroyo reveló que en medio de su agite, en realidad llevaba una vida doble, “porque ya en el hogar uno tenía que ser el hombre de la casa... Yo dejaba la sinverguenzura en la calle y cuando llegaba a la casa me ponía la sotana. Apenas salía otra vez, me la quitaba. Yo tenía novias por todas partes del mundo”, confiesa.

Pero así como acarició la gloria, también mordió el dolor de la tragedia. En dos ocasiones lo dieron por muerto. La mañana del 7 de septiembre de 1983 los médicos lo desahuciaron y corrió el rumor de que estaba muerto.

Le dio tiroides retrospectiva, una enfermedad que lo tenía prácticamente en los huesos y, por eso, la gente decía que lo estaba matando el vicio. Un grupo de endocrinólogos estudió su caso y lo pusieron a escoger entre una operación de tiroides que lo podía dejar sin voz o un tratamiento a punta de yodo radiactivo. El se inclinó por el yodo, se escapó de la clínica de Barranquilla, donde estaba porque no tenía ni para pagar la cuenta y volvió a vivir.

La segunda vez que lo mataron estaba en Barcelona, España. Cumplía una intensa gira por ese país cuando cayó en un coma diabético y neumonía. Otra vez fue desahuciado por los médicos y se encomendó a Dios. Su esposa lo trajo a Colombia y volvió a cantar.

Pero ahí no terminarían sus adversidades. En el 2002 murió su hija Tania, a la que mucho antes de nacer le había compuesto la canción que lleva su nombre. Sufrió ese mismo año la muerte de su madre Ángela y la separación de su esposa, Mary, también inmortalizada en otro de sus temas.

Lo más duro fue que Tania murió el 31 de octubre de ese año y el 1 de noviembre siguiente Joe cumplía años. Este día tenía que cantar y lo hizo después de enterrar a su hija. Como el payaso, “con la bemba colorá” como lo recuerda hoy.

Todo eso lo curtió. Y lo tenía vivo en la memoria colectiva de la música.

Joe Arroyo regresó a la Feria de Cali en el 2008 y fue uno de los artistas invitados al gran concierto que se realizó en el estadio del Deportivo Cali, el lunes 29 de diciembre.

El tema que más le pedían es Rebelión. Adonde el Joe iba le suplicaban: “no le pegue a la negra, no le pegue a la negra”. Incluso, lo cantó ante los Reyes de España.

El 26 de abril de 2011, la salud del cartagenero se vio afectada y permaneció internado desde fines de junio de 2011 en la clínica La Asunción de Barranquilla en cuidados intensivos, conectado a un respirador artificial, con tratamientos de diálisis y drogas para controlar problemas de presión sanguínea.

Su estado dio lugar a que en las redes sociales lo dieran por muerto, pero la institución hospitalaria desmintió los rumores. Sin embargo, el 26 de julio de 2011, el Joe murió en el mismo centro asistencial a causa de un paro cardiorrespiratorio, producto de una falla multiorgánica (tensión baja, infecciones, problemas renales) que lo había mantenido en cuidados intensivos desde el 27 de junio del 2011.

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