El PORQUÉ del malagradecido
Seguramente conozcas el caso de un adolescente que es tremendamente malagradecido con sus padres. Incluso puede que conozcas un caso muy cercano a ti.
Y esto es una experiencia dolorosa siempre. Los padres se sienten traicionados. Todos sus sacrificios y buenos deseos han sido despreciados o ignorados, y todo lo que reciben a cambio de todo este cuidado es falta de respeto.
En la mayoría de casos esto les sucede a personas que tuvieron una infancia difícil, y en sus años posteriores la vida les sonrió. Así que decidieron que sus hijos no pasarían por las mismas dificultades que ellos: Les dieron siempre todo lo que quisieran, los cuidaron, los protegieron, se aseguraron de que tuvieran acceso a todo el estudio que necesitaran y quisieran, que tuvieran comida, ropa nueva, una buena cama, todos los juguetes que pidieran, el último celular, en algunos casos hasta un carro nuevo cuando tuvieran edad.
¿Y qué recibieron a cambio?
Desprecio, insultos, malas caras, y ninguna voluntad de ayudar.
Pero... ¡Cómo se atreve mi hijo a hacerme eso! ¡Yo le di todo!
Resulta que existe una ley natural llamada "la ley de intercambio", que dice que para poder recibir algo se tiene que dar algo de valor igual o mayor a cambio. Y cuando comenzamos a violar esta ley, las relaciones humanas comienzan a desmoronarse. Cuando alguien recibe más de lo que da, se vuelve lo que se llama un "malcriado".
Pero, ¿por qué?
¿Por qué la persona que recibe sin dar se vuelve tan desagradecida?
¿Por qué comienza a odiar a su benefactor?
La razón detrás de todo esto es que, en realidad, está en nuestra naturaleza querer dar. Todo ser humano, desde el momento en que nace, tiene un deseo innato por ser causa sobre las cosas a su alrededor. Cuando somos causa, tenemos el control. Cuando somos causa, estamos vivos, tenemos valor para los demás. Cuando no somos causa, cuando somos efecto, valemos poco más que objetos.
Utilicemos el ejemplo del padre y el hijo, ya que es el más común. Pero ten en cuenta que esto puede suceder entre amigos, en un matrimonio, en el trabajo, o en cualquier relación humana.
Tendemos a pensar que esto sucede porque un niño no está dispuesto a dar. Pero la verdad del asunto es que la causa es el padre. El padre que no permite que su hijo colabore es el padre que crea un malcriado. Todos los niños tienen la intención de ayudar desde el primer momento en el que entienden quién es mamá. El bebé colabora intentando hacer sonreír a sus padres. El niño pequeño intenta barrer o ayudar a lavar los platos, o te trae las piedritas que tan hermosas le parecen como regalos. Y en nuestra ignorancia y nuestros esfuerzos por evitar que el niño "se haga daño", le prohibimos ayudar en la casa, y le damos otro juguete.
Estamos obligándolo a ser efecto nuestro. Estamos suprimiendo sus intentos por ser causa. Le estamos diciendo, implícitamente, "eres un incapaz, no puedes ayudar".
Y cuando el niño se vuelve adolescente, después de años de que sus intenciones de ayudar fueran suprimidas, ve a sus padres como su enemigo. Como alguien que no para de hacerlo sentir inútil. Como alguien que controla su vida, y que no le permite ser.
Así que el adolescente, habiendo crecido por fin hasta un tamaño en el cual su fuerza física se compara a sus padres, se rebela. Y para sus padres, que ahora sí quieren que el hijo ayude, ya es muy tarde.
Hay una manera de solucionar esto, claro está, pero habrá que pagar por nuestros años de negligencia: Retirar los beneficios que se le dan al adolescente, ponerlo a trabajar, ponerlo a pagar por su comida y su estadía. Enderezar, forzosamente si es necesario, el intercambio del adolescente.
Desafortunadamente en nuestra sociedad es a menudo ilegal que un menor a 18 trabaje: sin duda uno de las peores leyes (bien intencionadas, pero mal implementadas) que existen.
En cualquier caso, si superas las pataletas y las explosiones, si no caes en el "camino fácil" de intentar complacer al joven de nuevo, y si insistes en que sea causa sobre su propia vida, ganarás su voluntad de ayudar, su amor y su respeto de por vida.
A menos de que tu situación esté tan mal que el adolescente huya de casa, claro está...
Pero ese es tema para otro día.
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