La esencia de la vida: Con fe se mueven los hechos

Los años pasaron y en la mente del mundo quedó un hecho que más allá de la tragedia dejó enseñanzas, resiliencia, amor y nuevas metas. Sin duda los ángeles rodearon a sus familias.

Por Gerardo Moyano Chaves

Fe: la promesa de Dios, aunque no veamos su cumplimiento
Esperanza y William restauraron su familia con dos bellos hijos
Juan José Ortiz, crea un programa de soluciones para las personas

Dos décadas han transcurrido desde la tragedia en las obras de Transmilenio sobre la Avenida Suba con Calle 138 de Bogotá, donde perdieron la vida 21 niños y dos adultos del Colegio Agustiniano Norte. Fue el 28 de abril de 2004. Esa fatídica tarde ha tenido múltiples lecturas, desde los hechos legales y la irresponsabilidad de llevar maquinaria por las calles, el marchitamiento de la vida y en alguna manera de la fe, no obstante, la partida de los niños del agustiniano generó un puente entre las tinieblas y la luz, entre caos y momentos alegóricos, se afianzó este hecho como el dolor de la enorme pérdida, pero igual como el renacer de almas, corazones y credo.

Ellos, los pequeños inocentes, abandonaron el mundo de los mortales, pero con la bendición y la compañía de Dios todo poderoso, los golpeados con el hecho se aferraron a sus familias vapuleadas para iniciar con los ángeles una dinámica de reconstrucción moral, de ánimo y esperanza. Desde esa tarde de sol y hecatombe vino un reto para esas familias, después de ver como se atomizaba la vida y los sueños, fueron capaces de replicar con fe y amor al ave Fénix para perdonar, seguir adelante apelando al arrojo y mantener en sus mentes viva la imagen y el amor de los hoy ausentes.

Es un aniversario deplorable, pero recurriendo a las leyes de Dios, con algo de aliento porque los niños inmolados se fueron de la mano de Jesús a la tierra prometida, a un jardín bello reservado solo para los más hermosos seres de luz, esos que iluminan desde ese paraíso único el corazón y las evocaciones gratas de quienes los siguen amando al amparo de una oración y de un sentimiento puro que jamás abandona el entorno grandilocuente del núcleo familiar.

Es paradójico, pero el fin de la vida terrenal demostró con este hecho que precisamente la existencia no se acaba, caso opuesto se inmortaliza, sigue vigente y sin vencimientos, el amor gestado en valores, un compromiso inamovible y el acudir a Dios, blindan alma, corazón y la certeza del acompañamiento divino, aleja los sentimientos dubitativos y afianza esa comunión entre los designios del creador, la piedad por el prójimo y el reencuentro en los terrenos únicos y cargados de divinidad entre padres y ángeles, los que jamás se fueron.

El padre agustiniano Juan José Gómez, rector del Colegio Agustiniano Norte señala que la pérdida de los niños ese 28 de abril fue una prueba grandiosa que Dios nos puso para fortalecer un principio que no podemos dejar ir: la Fe. "El Espíritu Santo nos ha presentado estos ángeles estos héroes, porque Dios nos crea nos lleva por la vida y cuando lo desee nos lleva", señala el sacerdote.

"Cristo les pidió a sus apóstoles guardar la calma porque él se iría a preparar un espacio para la humanidad ante Dios en la eternidad". Explicó el padre.

Vemos que fe, según la biblia, es la confianza plena en Dios y en sus promesas, aunque no podamos ver su cumplimiento.

William Reyes y Esperanza Beltrán perdieron a sus hijos Andrés Felipe y Juan Sebastian que hoy tendrían 30 y 25 años. Igualmente hay otro sobreviviente del accidente, Juan José Ortiz Torres que tenía solo 7 años de edad y hoy engrandece esa fe y el amor de Dios y la Virgen María. El perdió allí a su hermano José Vicente que tenía 12 años de edad.

Fe y amor con la pareja

La entrega piadosa a la fe fue el camino que tomó William Reyes y su esposa. Señala que al ocurrir los hechos desastrosos se ausentó de la vida en un lapso de tiempo porque no sabía cómo ver la voluntad de Dios: "dimos amor; veíamos la violencia en el país y contradictoriamente nos ocurre esto. Estuve por un tiempo lejos de las creencias clericales y de Dios".

William no quería trabajar: "pensé en irme de la vida, pero esa no era la solución". Su esposa Esperanza sufría igualmente, pero se involucró con el trabajo y con el estudio universitario. Los dos decidieron ocupar su tiempo y más que los jefes de sus empresas los rodearon con amor y los llevaron a ver que la labor es un analgésico y los mantenía lejos de tomar decisiones negativas.

"Somos un ejemplo de lo que representa perder a alguien valioso, pero no abandonamos a Dios y a la fe permanente. Nos amamos más y no dejamos la oración, comenta ella.

Confiar en lo divino

Esperanza tomó el ejemplo de Job, bíblicamente. La esposa de él no creía y Job era hombre de fe y ella lo incitaba a rechazar a Dios. Confió en la buena voluntad del cielo, perdiendo todo, sus riquezas, sus hijos, pero no dijo nada sólo confió y Dios lo restauro.

Así fue, el tiempo y el amor de Esperanza me hizo confiar en la divinidad de Dios. Siempre recibimos milagros en casa en otros casos, es confiar y nada más. "A los niños que partieron los recordamos todos los días y más en las fechas especiales, pero están con Dios".

Hoy crecen con ellos dos hermosos hijos Santiago (18 años) que empezó a estudiar Administración de Empresas y Samuel (15 años) que está terminando bachillerato. Esperanza reconoce que volver a concebir para ella no era nada fácil: "Dios hizo su obra".

Pero los buenos hechos siguen dándose: con base a su experiencia en el tema de seguridad Esperanza y William crearon una empresa de la cual es gerente y su esposo subgerente: Seguridad Ángeles, lleva cuatro años operando en el mercado.

Entregar amor con lo que hacemos

"Quiero fortalecer Posicionamiento de Marca a través de los programas que oriento". Así lo piensa Juan José Ortiz Torres, hermano de José Vicente quien se fue tristemente.

Este joven ingeniero Mecatrónico quiere dar a las empresas medios para guardar seguridad, proteger su imagen de marketing y crecer con sus productos. Actualmente, con 27 años de edad, trabajaba en una organización que amplia seguridad para vehículos del país.

Recuerda que tenía 7 años de edad en el trágico hecho. Ese día cuando se despidió de su hermano lo sintió diferente: "todo lo vi diferente y lo asumí así incluso cuando en el bus la monitora no me permitió estar con mi hermano, lo que gracias a Dios me salvo la vida".

Recuerda que iba sentado al lado derecho, en la cuarta banca pegado a la ventana: "sentí un golpe fuerte en el techo del bus, que fue aumentado y para mí era la caída de escombros. Después se presentó el gran golpe. El impacto lo llevó contra la baranda de adelante. Se lastimo la boca y su tabique se torció por el impacto. Su ojo izquierdo se impactó cerca de la cuenca.

Dios en mente de los filósofos

Hay un tema del Friedrich Nietzsche el pensador alemán: "aquel que tiene un porque para vivir enfrenta a quien lo cuestiona y tiene porque vivir". Fueron los aspectos que Juan José con sus padres y su hermana tomaron en los encuentros psicológicos que se hicieron para ayudarlos. "Hoy agradezco por lo que tengo y no por lo que he perdido", comenta.

Mi padre es más resistente al dolor pues no exterioriza su pensamiento, mientras que mi mamá nunca habla de mi hermano, solo menciona su nombre cuando hay que hacerlo y calla con dolor. Mi hermana termina un doctorado fuera de Colombia. "La fe trae buenas cosas. Eso es amar a Dios y esperar porque creo en mí y deseo entregar un proyecto de vida que beneficie a muchos y que sea orgullo también para mis padres.

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